En una ironía política a la altura de los tiempos de hoy, la misma cosa que hace posible que las familias se reúnan en persona de forma segura este Día de Acción de Gracias, la vacuna COVID-19, puede ser la fuente de las conversaciones más polémicas alrededor de la mesa.
Las medidas de salud pública relativas al coronavirus se han politizado mucho. Los votantes de Trump son diez veces más propensos que los de Biden a rechazar la vacuna. Y más del 70% de los votantes de Biden dicen que no respetan a quienes deciden no vacunarse. Añada la teoría crítica de la raza, las leyes sobre el aborto y el derecho al voto, y tendrá la receta para una cena de Acción de Gracias inesperadamente amarga.
Pero no tiene que ser así.
Un nuevo documento del Centro Brennan muestra que las interacciones intergeneracionales – como las que suceden durante las reuniones navideñas – presentan una oportunidad para el tipo de compromiso y deliberación necesarios para moderar la polarización política que actualmente sacude a la nación. Introduce el concepto del aprendizaje cívico intergeneracional, un intercambio productivo de conocimientos y experiencias cívicas entre miembros de diferentes edades.
Con demasiada frecuencia, las diferencias generacionales se consideran fuentes de conflicto, especialmente en las reuniones con toda la familia y parientes lejanos. Cada Día de Acción de Gracias, por ejemplo, los periodistas ofrecen consejos sobre cómo pelearse con la familia por la política. Esto refuerza una desafortunada dinámica de conversación: los adultos mayores perciben a los jóvenes como ingenuos y presuntuosos, mientras que los miembros más jóvenes de la familia se sienten menospreciados y excluidos. Cada generación caricaturiza a la otra, y los desequilibrios de poder inherentes entre los mayores y los jóvenes distorsionan sus conversaciones.
En cambio, el aprendizaje cívico intergeneracional demuestra que el diálogo entre generaciones puede desarrollar valiosas habilidades cívicas como la comunicación productiva, el respeto mutuo y la confianza en el ejercicio de la voluntad propia. Fomenta el aprendizaje en el que los más jóvenes asumen el papel de educadores y facilitan el aprendizaje cívico de los adultos que crea una ciudadanía más informada y comprometida. La teoría se basa en décadas de estudios que demuestran que hay valor cívico en las conversaciones cotidianas de los individuos.
Estas aptitudes son especialmente necesarias durante el Día de Acción de Gracias. Un estudio de 2018 reveló que las reuniones bipartidistas de Acción de Gracias eran entre 30 y 50 minutos más cortas que aquellas en las que los asistentes eran del mismo partido, lo que supone una pérdida nacional de unos 34 millones de horas de diálogo debido al partidismo hiperactivo.
Además, los debates intensos rara vez giran en torno a los detalles de cuestiones específicas de política pública. Más bien, las discusiones políticas en la mesa son representativas de la identidad y los sentimientos de cada uno, lo que hace que las diferencias políticas se perciban como ataques personales que conducen a la enemistad. De repente, las discusiones sobre el cambio climático, la inmigración o la justicia racial se perciben como ataques a gran escala contra el carácter y las creencias de los participantes. A medida que las conversaciones se convierten en discusiones, los individuos abandonan el diálogo, evitan seguir hablando y desperdician la oportunidad del aprendizaje cívico.
Según la investigación del Centro Brennan, para que la nación aproveche los beneficios del aprendizaje cívico intergeneracional, debemos comprender algunos factores que entran en juego cuando las generaciones se relacionan. El primero es el adultismo, o el reconocimiento de que las generaciones mayores suelen tener más poder en las sociedades. El aprendizaje intergeneracional requiere un poder compartido que desafía el estado típico de las relaciones. El segundo es la intencionalidad, lo que significa que los participantes deben entablar conversaciones con compasión y con el deseo de confraternizar, más que con la mentalidad de ganar la discusión. Y, en tercer lugar, la ubicación es importante. Es decir, los intercambios cívicos difieren según el lugar donde ocurran, ya sea en los hogares, las escuelas, las iglesias o las organizaciones comunitarias.
La polarización tóxica de nuestra política actual se debe en parte a la falta de compromiso de buena fe en todo el espectro ideológico. Las encuestas siguen mostrando que los partidarios se consideran mutuamente una amenaza para la nación y conciben los debates políticos como batallas existenciales que hay que ganar a toda costa. Esto no sólo es producto de la disminución del contacto social a través de las divisiones políticas, sino que también es el resultado de que los individuos sobreestimen las diferencias entre ellos mismos y los demás.
Los intercambios entre generaciones ofrecen una vía para salir de este dilema. Como estas interacciones suelen darse cuando la confianza entre los participantes ya está establecida, pueden ser especialmente resistentes a los intentos de división. Aunque no es una solución milagrosa para nuestra crisis cívica, puede ser fundamental para fortalecer nuestra democracia.
Traducción de Anwar A. Martínez.