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Análisis

Por qué persiste el mito del voto no ciudadano

Cínicos operativos políticos están avivando estos rumores para su propio beneficio.

Agosto 26, 2024
Voters in voting booths
Michael Ciaglo/Getty

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La noción aterradora y totalmente imaginaria de que millones de personas no ciudadanas vayan a votar este próximo noviembre es el rumor más difundido en nuestra política. No surgió meramente de los pantanos de la fiebre de la web oscura. Más bien, es una teoría conspirativa que están fomentando, ya está claro, ciertas figuras políticas líderes para su propio beneficio partidista.

El domingo, el New York Times publicó que el expresidente Donald Trump y el senador JD Vance están impulsando con fuerza la alegación falsa de que millones de personas no ciudadanas votarán en estas elecciones. "Cuando [Kamala Harris] dejó entrar a millones de extranjeros ilegales", Vance dijo en un acto político en Míchigan, "nuestras comunidades se volvieron más inseguras, pero sí le dio al partido demócrata un montón de votantes".

La historia pinta un panorama perturbador que va más allá de las alegaciones de los candidatos. La periodista Jazmine Ulloa entrevistó a votantes que decían que creían en estos rumores. "Tiene que haber alguna razón por la que dejen entrar a tanta gente", dijo una persona entrevistada.

Cabe resaltar, otra vez, que la noción de un voto no ciudadano generalizado es mentira. Un mito urbano. Simplemente no es verdad. Los estados implementan múltiples sistemas para evitar que ocurra. El voto no ciudadano es ilegal en cuatro frentes, y la realidad es que es algo increíblemente raro. Mis colegas en el Brennan Center han reunido estos recursos sobre el tema. Estamos combatiendo el miedo con datos concretos.

Y, sin embargo, la idea persiste. ¿Por qué?

Donald Trump ha avivado estas llamas durante años. En 2016 —en las elecciones que sí ganó—, afirmó que, en realidad, había ganado el voto popular cuando se le "resta" lo que él dijo que eran millones de votantes ilegales.

Esta falacia parece explícitamente inventada para sembrar la duda sobre las elecciones y su integridad en un amplio sector de la población votante. Como le dije al Congreso hace unos meses, la Gran Mentira ahora está siendo difundida antes  de las elecciones de 2024.

Donald Trump Jr. dijo en julio en Axios que el partido demócrata pueda ganar en noviembre solo "haciendo trampa". Si millones de estadounidenses creen que hubo un fraude masivo, será más fácil convencer a las juntas electorales locales que se nieguen a certificar resultados, a las legislaturas estatales que intervengan o a ciertos jueces partidarios que tomen medidas.

El mito de un voto no ciudadano desenfrenado también busca promover medidas de supresión del voto. Hace poco, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley que establece las bases para terminar exigiéndole a toda persona ciudadana presentar un pasaporte o certificado de nacimiento para registrarse para votar. Millones de estadounidenses elegibles no tienen a mano todo ese papelerío. Cuando tienes una "cura" como esta, mejor que inventes la enfermedad.

Pero aquí entra en juego algo todavía más feo. Más que los rumores anteriores sobre máquinas de votación y boletas, esta teoría conspirativa se aprovecha de un racismo y una xenofobia innatos. Juega con la idea de que las personas blancas están amenazadas por la posibilidad de que las personas no blancas se apoderen del país. Repite el miedo al fraude que se tenía de las olas de inmigración anteriores, en ese caso, inmigrantes irlandeses, italianos y de otras procedencias europeas. Explota un problema social acuciante —la ola de cruces ilegales en la frontera sur y la llegada de millones de inmigrantes—, que es producto de fuerzas económicas y sociales enormes provenientes de dentro como fuera de nuestro país. Y, como en los movimientos populistas de épocas anteriores, relaciona problemas públicos legítimos con una teoría conspirativa: alguien poderoso debe de estar tramando un plan siniestro.

El gran historiador Richard Hofstadter describió el "estilo paranoico" de la política estadounidense en 1964. "Lo llamo el estilo paranoico simplemente porque no hay otra palabra que evoque correctamente el sentido de exageración acalorada, sospecha y fantasía conspirativa que tengo en mente". Escribía esto mientras el pueblo estadounidense trataba de comprender los movimientos autoritarios que surgían alrededor del mundo y los movimientos que surgían en nuestro país, como el McCarthyismo y la Sociedad John Birch.

Ahora, el estilo paranoico ha renacido. Como muchas personas judías, me desconcertó un poco ver cómo personas blancas nacionalistas marchaban en Charlottesville en 2017 coreando "Los judíos no nos van a reemplazar". Se referían a que las élites judías —que supuestamente controlaban el gobierno y los medios de comunicación— estaban trayendo a personas no blancas para reemplazar a la tradicional mayoría blanca. A veces, como en los programas de Tucker Carlson, este panorama imaginario se lo atribuye a personas judías específicas, como el financiero George Soros.

Puede ser terriblemente difícil desacreditar un rumor. En las famosas palabras de Mark Twain, "una mentira viaja por medio mundo antes de que la verdad tenga tiempo de ponerse las botas". Cuando una persona con miedo, que ha sido presa de la clase política, se aferra a una idea equivocada, por lo general decirle que la han engañado no la ayuda.

Por ahora, lo más importante que todos podemos hacer es reforzar la resiliencia y credibilidad de nuestro sistema electoral. Las autoridades públicas que administran las elecciones siguen siendo las voces más confiables a la hora de explicar que las elecciones son justas, libres y correctas. Todos debemos respaldar a las autoridades electorales en este momento, en el que enfrentan ataques fulminantes, agresiones y amenazas de violencia.

Y nunca debemos cansarnos de señalar que hay cínicos operativos políticos que están avivando estos rumores para su propio beneficio.

Traducción de Ana Lis Salotti.