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Análisis

Mantengamos intactas las normas democráticas

Trump ya está desafiándolas; preservarlas dependerá de nosotros.

Noviembre 13, 2024
White House in the dark
Mark Wilson/Getty

Todos los ojos están puestos en la mezcolanza de nombramientos que está haciendo Donald Trump para sus cargos de alto nivel. Sus nombramientos hasta ahora van de lo más estridente (un presentador de Fox & Friends como secretario de defensa) a lo más espantoso (¡¡¿¿Matt Gaetz como fiscal general??!!).

Mantengamos la mirada puesta no en el espectáculo, sino en las crecientes amenazas contra el estado de derecho. ¿Cómo un hombre que ganó las elecciones prometiendo ser un “dictador” desde el “primer día” pondrá a prueba los controles de la Constitución? Durante el fin de semana, planteó una exigencia que no solo pondría a prueba esas salvaguardas, sino que las destruiría.

Según la Constitución, el Senado debe confirmar a cada secretario del gabinete. Trump ahora insiste que deberían dejarlo nombrar a su gabinete con “nombramientos en receso” sin la confirmación del Senado, una medida que le exigiría al Senado suspender sus sesiones durante largos períodos de tiempo.

En la revista National Review, el analista conservador Ed Whelan describió esta exigencia como un “plan anticonstitucional terrible”. Alexander Hamilton en el Federalista había explicado por qué: Sin estos frenos y contrapesos básicos, los presidentes elegirán a los funcionarios que “posean la insignificancia y maleabilidad necesarias como para convertirlos en instrumentos serviles de su deseo”.

A lo largo de la historia, muchos presidentes de los dos partidos políticos se han molestado por la obstrucción del Senado en cuanto a sus nombramientos. Pero la Corte Suprema, en una decisión unánime, le puso freno al poder de realizar nombramientos en receso en 2014. Si el Senado accede a la exigencia de Trump, será el primer estruendo del resquebrajamiento de la Constitución.

De hecho, la historia esta vez reflejará no solo las acciones de Trump, sino también nuestra respuesta.

Trump ha prometido realizar la deportación masiva más grande de la historia, lo que describió con arrebato que sería una “historia sangrienta”. Esto va mucho más allá de la idea de asegurar las fronteras, apuntalar el saturado sistema de asilo u otros objetivos que cuentan con el amplio apoyo del público. Trump planea recurrir a una serie de leyes federales en su mayoría no probadas que le dan al ejecutivo un poder enorme: la Ley de Insurrección, la Ley de Emergencias Nacionales y hasta lo que queda de las infames Leyes de Extranjería y Sedición de 1798, que se usó por última vez para detener a las personas japonesas durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero este no será el fin de la historia. El Congreso puede mostrarse apático, pero los gobernadores y alcaldes pueden hacerle a Trump mucho más difícil utilizar las fuerzas militares para agarrar y detener a millones de inmigrantes. La opinión pública puede movilizar. Y los tribunales tienen el deber de ponerle freno a un abuso de poder ilícito. ¿Lo harán?

Es en momentos como estos cuando surgen algunas de las innovaciones políticas más importantes y creativas. Este será un período de intensa actividad en el centro y la izquierda política. Este es el momento en que surgen nuevas ideas, nuevos grupos, nuevos líderes y nuevas estrategias. Podemos pensar de una manera renovada.

Al final, lo que importa no es solo aquello a lo que nos oponemos, sino también lo que defendemos. Hay una necesidad urgente de crear una agenda moderna y convincente para la reforma y el cambio. Aunque parezca increíble, Trump hizo una campaña colmada de políticas. Las deportaciones masivas, los aranceles impositivos generales… estas eran ideas, nos gusten o no. Kamala Harris también tenía sus propias ideas políticas —como su apoyo a los límites en el mandato de la Corte Suprema, la Ley de Libertad para Votar y la Ley para Promover el Derecho al Voto de John R. Lewis—, pero claramente se necesitaba más que eso para convencer al electorado.

Los demócratas controlaron al menos parte de una rama del gobierno federal durante todo el período que va desde 2006 hasta la fecha, excepto por dos años, una circunstancia que delimitó su imaginación y sus ambiciones políticas. Las iniciativas, por lo general, provenían de quienes ocupaban el poder y no de quienes estaban fuera del gobierno. Bueno, la libertad es otra forma de decir que no se tiene nada que perder.

Quienes abogamos por las reformas debemos tratar de comprender al país y sus valores, escaparnos de nuestras propias burbujas. Debemos quitarnos nuestros propios sesgos. Debemos reduplicar nuestros esfuerzos para hacer causa común con aliados a lo largo de todo el espectro político e ideológico. Claramente, el electorado quiere acción: estas fueron unas elecciones “por el cambio”, tal como han sido casi todas las contiendas nacionales desde la crisis financiera de 2008. El progreso no va a venir de un salto a la izquierda que refleje el extremismo del movimiento MAGA. En cambio, debemos tener fe en que hay un centro político vital, comprometido con los valores cívicos fundamentales, pero ávido por fomentar un pensamiento y una acción nuevos. Sin políticas de placebo.

Esta es la misión central del Brennan Center for Justice. Elaboramos las propuestas para el registro automático de votantes, la reforma de la distribución de los distritos electorales y el financiamiento público de las campañas políticas mediante pequeños donantes, que son esenciales en la Ley de Libertad para Votar. Defendemos la implementación de los límites en el mandato de los magistrados de la Corte Suprema para asegurarnos de que nadie tenga mucho poder durante demasiado tiempo. ¿Qué otras ideas se están incubando hoy que impulsarán las campañas de las reformas del mañana? Dicho de otro modo, ¿qué viene después de Trump?

Me gusta mucho una cita del gran arquitecto Daniel Burnham. “No hagas planes pequeños”, afirmó. “No tienen la magia de agitar la sangre de los hombres y probablemente no se harán realidad”. La resistencia no es suficiente. Las ideas audaces, arraigadas en los valores cívicos fundamentales de la libertad, la oportunidad y la democracia, siempre han sido la forma en que este país se renueva a sí mismo después de eventos traumáticos y reveses. Puede hacerlo otra vez: una movilización a favor de la Constitución que comienza ahora mismo.

Traducción de Ana Lis Salotti.