Por Yurij Rudensky y Gabriella Limón
Ya ha comenzado el proceso de rediseño de los distritos electorales para el Congreso y las legislaturas estatales de todo el país. En las próximas semanas y meses, habrá mucha discusión sobre estos mapas. Seguramente para los reporteros y otras personas que observan el proceso, la tentación será analizarlo a través del lente simplificado de la batalla entre los principales partidos, centrada en los ganadores y perdedores políticos.
Pero la redistribución de distritos no es solo una historia sobre los efectos partidistas de los mapas. El objetivo del proceso es hacer que los distritos, y la representación, reflejen los cambios poblacionales y demográficos. Y así, el aspecto más relevante y de más peso es el impacto real de los mapas en las comunidades y, en particular, en las comunidades de color.
Las comunidades de color impulsaron el crecimiento del país en la última década. Por primera vez en la historia, estas comunidades fueron responsables por todo el crecimiento poblacional del país. Trazar mapas de representación que revelen a esta nación emergente, una multirracial y multiétnica, nunca ha sido más urgente dada la persistente falta de representación apropiada de estas comunidades.
Las familias latinas, negras y asiáticas se están mudando cada vez más a los suburbios, convirtiendo estos lugares históricamente homogéneos en áreas diversas. Las preferencias políticas de estas comunidades emergentes se deberían reflejar en representantes que lleven sus perspectivas y experiencias a las cámaras legislativas y que brinden a sus electores los servicios necesarios. A medida que los estados y las localidades trazan sus mapas, se debe evaluar qué tan bien se manifiestan estos cambios.
Para mejor destacar la evolución de estos cambios en el país, el Brennan Center publica este análisis de las tendencias demográficas de la última década en cuatro estados: Florida, Georgia, Carolina del Norte y Texas.
Este análisis se centra en los grupos raciales y étnicos que están impulsando el crecimiento y la distribución geográfica de los cambios de población en los estados. El objetivo es resaltar las transformaciones demográficas y sociales que deberían guiar el actual ciclo de redistribución de distritos y ser evidentes en los mapas nuevos.
En los cuatro estados se encuentran dinámicas similares de rápido crecimiento de la población. Todos cuentan con un proceso de redistribución de distritos dominado por un solo partido político y todos tienen una desafortunada historia reciente de mal manejo de distribución de distritos y de discriminación racial. Más importante aún, todos han visto avances significativos entre las poblaciones no blancas en suburbios que alguna vez fueron en su mayoría blancos ya que fueron diseñados específicamente para excluir a las personas de color. Y, en general, las crecientes comunidades de color ya han comenzado a transformar el equilibrio de poder, lo cual pone en riesgo estructuras de poder arraigadas.
Por ejemplo, en el condado de Gwinnett en Georgia, a las afueras de Atlanta, las comunidades latinas, negras y asiáticas se han movilizado para cambiar el panorama político en todos los niveles de gobierno, en muchos casos, superando la resistencia de las estructuras de poder de los blancos. Lo mismo es cierto en Sugar Land, Texas, una vez definido por el éxodo de los blancos desde la cercana ciudad de Houston. Ahora el 41 por ciento de la población son asiáticos y el 62 por ciento son personas no blancas. Las áreas alrededor de Charlotte y el Research Triangle en Carolina del Norte y Orlando, Florida, siguen tendencias similares.
Los autores de mapas en estos estados tendrán que tomar decisiones acerca de cómo manejar a estas comunidades diversas.
En algunos lugares, las comunidades de color habrán crecido lo suficiente como para poder presentar desafíos legales a mapas injustos bajo las leyes de derecho al voto. Pero incluso cuando las demandas no sean posibles, se tomarán decisiones sobre la creación de nuevas oportunidades electorales para comunidades minoritarias importantes y en crecimiento.
Si la historia nos sirve de guía, es poco probable que quienes decidan cómo se dibujen los distritos le abran paso al futuro multirracial y multiétnico. Por ende, se asoma la amenaza de otra década de mapas discriminatorios. Desafortunadamente, el Congreso aún no ha actuado para fortalecer las protecciones legales para las comunidades de color aprobando leyes como el Proyecto Ley de Libertad Para Votar, o “Freedom to Vote Act”, y el Proyecto de Ley de Promoción de los Derechos Electorales John R. Lewis, o John R. Lewis Voting Rights Advancement Act.
Pero esa falta de acción no debe tomarse como luz verde para trazar distritos que diluyan la influencia de las comunidades latinas, negras y asiáticas. A medida que los estados hacen públicos sus nuevos mapas de distritos, se debe prestar atención sobre todo a si las líneas de la próxima década plasman a un Estados Unidos transformado o si el dibujo de límites discriminatorios y las reacciones violentas contra las comunidades de color socavarán la representación justa durante otra década.