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Análisis

Los distritos más peleados que decidirán el control de la Cámara de Representantes

Solo muy pocas contiendas electorales por el Congreso se consideran impredecibles durante las elecciones de noviembre. La mayoría se encuentran en distritos trazados por comisiones independientes o tribunales.

Octubre 24, 2024
Illustration Capitol building and state cutouts
jayk7/Issarawat Tattong/imran kadir photography/Library of Congress

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El control de la Cámara de Representantes se vuelve a decidir en las elecciones de este año. La contienda será intensa y costosa, pero también tendrá lugar en un campo de competencia más reducido.

En la recta final de la campaña, solo 27 de los 435 distritos —12 controlados por el partido demócrata y 15 por el partido republicano— se consideran distritos impredecibles, según la última evaluación de la composición política de los distritos y las fortalezas y debilidades de los candidatos, llevada a cabo por el equipo de analistas electorales de la organización de análisis político Cook Political Report. Y tan solo otros 16 distritos —6 con control republicano y 10 con control demócrata— se clasifican como de tendencia demócrata, o bien de tendencia republicana. En total, apenas la décima parte de todos los escaños de la Cámara de Representantes de este año son impredecibles o se inclinan hacia uno u otro partido.

Esta falta de competencia en las contiendas se debe, al menos en parte, a una cuestión de diseño.

A finales de la década de 1990, alrededor de 4 de cada 10 distritos congresuales votaban con una diferencia de cinco puntos porcentuales con respecto al voto nacional en las elecciones presidenciales, que se calcula con una medida conocida como el Índice de Voto Partidista. Los analistas les llaman a estos sitios “distritos barómetro”, porque siguen las tendencias nacionales. En un país donde el voto nacional para presidente ha estado muy peleado desde hace décadas, estos distritos barómetro también tienden a tener elecciones relativamente reñidas.

Tres décadas después ha surgido una mayor asimetría. Por un lado, las elecciones presidenciales siguen produciendo ininterrumpidamente triunfos apretados de un solo dígito en el voto popular. Por ejemplo, en 2020, Joe Biden ganó el voto popular por menos de cinco puntos porcentuales y, en 2016, la candidata presidencial demócrata Hillary Clinton lo ganó por dos puntos porcentuales, aunque perdió el Colegio Electoral.

Sin embargo, el panorama es muy diferente cuando se trata de las elecciones para el Congreso. Desde finales de la década de 1990, aunque las elecciones presidenciales siguen siendo reñidas, el número de distritos congresuales en los que los resultados presidenciales locales coincidían más o menos con los resultados nacionales ha descendido más de la mitad. Más del 80 por ciento de los distritos congresuales ahora son decididamente rojos (republicanos) o azules (demócratas).

En la gran mayoría de estos distritos congresuales, el candidato o la candidata presidencial demócrata o republicano —y casi siempre el candidato para el Congreso preferido— logra una victoria arrolladora. Por ejemplo, en 2020, Biden ganó 167 distritos congresuales con una victoria de 15 puntos porcentuales o más, y Donald Trump ganó otros 149 distritos con el mismo margen. Estos distritos, en su conjunto, componen el impresionante porcentaje del 73 por ciento de todos los escaños actuales de la Cámara de Representantes.

Como es de esperar, esta disminución en los distritos barómetro refleja el crecimiento del control unilateral que tiene un solo partido político sobre el proceso de distribución de los distritos en los estados y la expansión correspondiente de las prácticas agresivas de manipulación de los distritos.

Analicemos los distritos impredecibles de 2024. De los distritos impredecibles que serán los que más decidirán qué partido controla la próxima Cámara de Representantes, 17 de los 27 impredecibles —o las dos terceras partes— fueron trazados por comisiones independientes, tribunales o bajo un control gubernamental dividido. Hay otros 3 distritos congresuales en Nueva York que fueron trazados de nuevo para cumplir con las normas antimanipulación estipuladas por la constitución estatal. Estos 20 distritos, más el único distrito de Alaska, representan casi el 80 por ciento de todos los distritos impredecibles de 2024.

Las comisiones independientes, en las que son los ciudadanos comunes y no los políticos quienes trazan los mapas, han desempeñado una función particularmente importante a la hora de conservar y crear distritos competitivos. A pesar de haber trazado solo el 19 por ciento de los distritos congresuales, las comisiones independientes delimitaron el 41 por ciento de los distritos clasificados como impredecibles para 2024. Estas comisiones se usan actualmente en cuatro estados: Arizona, California, Colorado y Michigan. Este otoño, el electorado de Ohio decidirá si creará una comisión en su estado a través de una enmienda en su constitución.

En comparación, los procesos de redistribución de los distritos bajo el control de un solo partido trazaron el 60 por ciento de los distritos congresuales que se usarán para las elecciones de este año, pero tan solo la tercera parte de los distritos impredecibles y el 37 por ciento de todos los distritos clasificados como impredecibles o de tendencia de algún partido.

Los estados donde el partido republicano tuvo el control absoluto sobre el proceso de distribución de los distritos son los más notorios en cuanto a su falta de competencia. Los estados gobernados por los republicanos trazaron 184 de los distritos que se usarán para las elecciones de este año, muchos más que cualquier otro partido o entidad encargado de trazar distritos. Pero solo cinco de ellos son distritos impredecibles y otros dos, gobernados por demócratas, se clasificaron como de tendencia demócrata. Lo peor es que la competitividad de uno de los distritos impredecibles trazados por republicanos no surge de la aplicación de principios equitativos, sino de la manipulación racista de un distrito del este de Carolina del Norte que ha estado representado por un demócrata de raza negra desde comienzos de 1990.

El partido demócrata, cuando tuvo el control absoluto sobre la distribución de distritos, hizo las cosas un poco mejor. De los 75 distritos que trazaron, cuatro son impredecibles y otros cinco se clasifican como de tendencia demócrata.

El rol desempeñado por las comisiones y los tribunales no es un fenómeno nuevo. Por ejemplo, cuando el partido demócrata recobró el control de la Cámara de Representantes en 2018, casi tres de cuatro de los distritos que les dio la mayoría habían sido trazados por entidades más neutrales. Del mismo modo, cuando el partido republicano recuperó la mayoría en esta Cámara en 2022, por un escaso margen, los mapas trazados por las comisiones en sitios como California fueron instrumentales para su victoria.

La perspectiva regional es particularmente reveladora. La región sur es la de mayor crecimiento del país, pero en 2024 tiene tan solo dos distritos impredecibles: uno en Virginia, trazado por un tribunal, y otro en Carolina del Norte, diseñado para quitarle el escaño a un representante negro demócrata.

Esta falta de competencia es impactante. El sur, una región en próspero crecimiento, es uno de los campos de batalla más peleados y competitivos para la presidencia y el Senado de este ciclo electoral. De hecho, los estados de mayor crecimiento del sur tienen una abundancia de suburbios que se están volviendo cada vez más “violetas”, es decir, donde hay una mezcla de personas republicanas (rojas) y demócratas (azules), y que influencian la competitividad de otros distritos congresuales en el resto del país. El 54 por ciento del electorado de Carolina del Norte, por ejemplo, vive en suburbios. Los suburbios de ciudades como Atlanta, Charlotte, Dallas y Houston, con un alto nivel de educación y de rápida diversificación, deberían ser los puntos centrales de la batalla para la Cámara de Representantes, pero estas contiendas allí ya están efectivamente decididas gracias a la manipulación de los distritos electorales.

Sin embargo, la falta de competencia en los estados del sur no es nada sorprendente. El control partidista del trazado de mapas sigue siendo la regla en el sur, y los republicanos, que tuvieron el control exclusivo del proceso de distribución de distritos en todos los estados del sur, con la excepción de dos, después del censo de 2020, lo usaron de forma agresiva para modificar los límites de los distritos donde la política se había vuelto más competitiva o estaba por hacerlo. En Texas, por ejemplo, trazaron un distrito que unía ciertas partes de los suburbios de Dallas con partes rurales del estado a lo largo de la frontera con Nuevo México, a casi 500 millas de distancia. Hicieron algo parecido en las afueras de Houston, donde desmantelaron un distrito diverso y multirracial que había sido impredecible en recientes ciclos electorales. Con muy pocas excepciones, los tribunales estatales de los estados del sur no han frenado estos abusos.

Claro que, aún con procesos justos de distribución de los distritos, no todos los distritos serían competitivos. La distribución geográfica y un endurecimiento de la identidad política de una creciente proporción de la población estadounidense implican que muchas partes del país son simplemente demasiado demócratas o republicanas como para que haya suficiente competencia, más allá de que se tracen imparcialmente los distritos. Del mismo modo, la calidad de los candidatos, los fondos recaudados, la ventaja de quienes ya se encuentran en el poder, y el panorama electoral nacional, pueden convertir distritos teóricamente competitivos en no competitivos.

Pero, con muy pocos controles sobre el abuso partidista, el camino para lograr una mayoría en la Cámara de Representantes ahora depende principalmente de lo que ocurra en los distritos trazados por las comisiones, los tribunales y gobiernos divididos o ubicados en los estados con fuertes reglas de distribución de los distritos que la justicia puede hacer cumplir.

Si no se aprueban reformas federales como la Ley de Libertad para Votar y la Ley para Promover el Derecho al Voto de John R. Lewis —junto con reformas a nivel estatal—, en el futuro previsible, estas cosas seguirán ocurriendo.

Traducción de Ana Lis Salotti.