Muchos factores propulsaron a Donald Trump a la victoria. La inflación. Un rechazo mundial hacia quienes buscan la reelección. El enojo hacia las instituciones. El giro hacia la derecha entre votantes de la clase trabajadora de todos los grupos raciales.
Y más. Los analistas aún están reflexionando sobre todos los datos (y los demócratas se están dando garrote unos a otros).
Mientras vamos analizando los resultados y miramos adelante, el control republicado de la Cámara de Representantes va a ser muy importante. El control es muy, muy mínimo. Y resulta que reposa sobre un cimiento flojo: la manipulación de distritos electorales y mapas manipulados, todo esto alentado por la Corte Suprema.
La última vez que un nuevo presidente asumió el cargo sin esta “trifecta” de control sobre el Senado y Cámara fue hace 35 años. Pero ésta será la mayoría más mínima en la Cámara jamás vista. Con el anuncio de ayer por parte de la representante Victoria Spartz de Indiana que ella no participará en el caucus republicano, el control puede en efecto reducirse a un voto.
Y según mi colega Michael Li en un nuevo análisis, los republicanos ganaron una ventaja neta de 16 escaños dado a los mapas manipulados diseñados para darle ventaja a un partido. (Los demócratas sumaron 7 escaños por medio de la manipulación de distritos electorales, pero los republicanos ganaron un total de 23 escaños de ese modo —por eso, son 16 escaños netos).
¿Como sucedió? En simples términos, los legisladores republicanos controlan el diseño de muchos más distritos electorales que los demócratas. De hecho, en algunos estados, las comisiones no partidistas o las cortes estatales han realizado mapas más justos. Pero en la mayoría de los sitios, los políticos tienen libertad para presionar por una ventaja partidista.
Carolina del Norte está relativamente dividida por igual entre votantes republicanos y demócratas. Este año, Trump ganó el estado, aunque el demócrata Josh Stein logró con facilidad llegar a la mansión del gobernador. Sin embargo, la legislatura altamente manipulada en sus distritos electorales diseñó mapas del Congreso que le dieron 10 escaños a los republicanos y solo 4 a los demócratas.
El alto tribunal del estado había bloqueado la manipulación de distritos electorales, una decisión que sostuvo la Corte Suprema en el litigio Moore v. Harper. Pero luego, una elección judicial cambió el control partidista de la corte de Carolina del Norte, la cual bruscamente le dio el visto bueno a la manipulación de distritos electorales que anteriormente había prohibido. Ese retroceso judicial en si les dio a los republicanos unos 3 escaños extra en Washington —lo suficiente para controlar la Cámara.
Hoy los republicanos se pavonean, pero su arrogancia puede que no dure mucho. El presidente de la Cámara Mike Johnson tendrá que manejar a una mayoría fracturada que puede ser derrotada por una o dos deserciones. Cada diputado tendrá el poder de extorsionar por concesiones políticas, sin importar lo extremas que sean.
De hecho, lo que puede importar más que los escaños ganados por la manipulación de distritos electorales es el colapso de la competencia electoral. Solo 27 distritos en todo el país mostraron márgenes con menos del 5 por ciento. Las personas legisladoras parecerán estar más nerviosos frente al prospecto de competidores en la primaria que frente a la posibilidad de marginalizar a una masa grande de votantes que pueden ser persuadidos.
Esto no tiene que ser así. En 2013, la Corte Suprema destripó la Ley de Derecho al Voto, la cual había prevenido la manipulación más descarada de distritos electorales usando aspectos raciales como su base. Luego, en 2019, John Roberts lideró a los magistrados para fallar y establecer que las cortes federales no pueden en lo absoluto vigilar la manipulación de distritos electorales.
El Congreso tiene el poder de actuar, y en 2022 lo intentó —le faltaron solo dos votos en el Senado para aprobar la Ley de Libertad para Votar y la Ley para Promover el Derecho al Voto de John R. Lewis, las cuales juntas hubieran prohibido la manipulación de distritos electorales para los escaños del Congreso a nivel nacional.
Ambos partidos estarían forzados a competir en un campo equitativo. (Esta legislación también proponía deshacer el daño hecho por las decisiones judiciales como el caso de Citizens United, el cual legalizó un sistema de campañas que vio a Elon Musk gastar un cuarto de mil millones de dólares para ayudar a elegir a Trump).
Todo esto es un recordatorio de que las reglas de la política estadunidense, tan a menudo arcaicas y escondidas, tienen un peso tremendo. Debería servirnos de advertencia que no se debe llegar a demasiadas conclusiones sobre el supuesto “mandato popular” de un ganador reciente.
Los votantes están demasiado enojados con un gobierno que sienten no les está cumpliendo. Las reglas manipuladas son una gran parte del por qué Washington también frecuentemente no funciona.
Los partidistas tienen que hacer más que luchar por unas pocas pulgadas de ventaja. Para realmente reconectar a los que están en el poder con un electorado huraño, verdaderas reformas y contiendas tienen que ser parte de la respuesta.