Prólogo
Estados Unidos está llegando a un punto de inflexión. Durante las últimas cuatro décadas, la desigualdad económica ha aumentado inexorablemente, lo cual ha obstruido la productividad, debilitado nuestra democracia y obligado a decenas de millones de personas a luchar por sobrevivir en el país más próspero del mundo. Las crisis que han golpeado a los Estados Unidos desde la primavera de 2020 —la pandemia del coronavirus, el desempleo masivo y los disturbios acaecidos en todo el país para pedir justicia racial— han hecho que las desigualdades que atormentan a la sociedad estadounidense se vuelvan más pronunciadas que nunca.
Las crisis interconectadas de los últimos dos años han resaltado una realidad que algunos preferirían ignorar: que la gran brecha entre los ricos y los pobres es resultado no solamente de la mano invisible del mercado, sino también de una serie de políticas equivocadas. Entre ellas, tal como revela este pionero informe, se encuentra un sistema de encarcelamiento masivo profundamente arraigado. El encarcelamiento masivo refleja y amplía muchísimas dimensiones de las divisiones que existen en este país: en los ingresos y la riqueza, en la voz política y el poder, en el acceso a la justicia y, lo que es más importante, en las cuestiones de raza y etnicidad.
Hoy en día, la cantidad de personas encarceladas en los Estados Unidos es cuatro veces más de lo que era en 1980, cuando los salarios comenzaron a estancarse y la red de seguridad social, a encogerse. Siempre supimos que las personas que ingresan al sistema de justicia penal —un grupo compuesto, en su enorme mayoría, por personas de bajos ingresos y negras— enfrentan varias barreras económicas a modo de discriminación a la hora de conseguir empleo y pérdida de oportunidades laborales, entre otros factores. Este informe demuestra que quedan atrapadas en el sistema más personas de las que antes se creía y cuantifica las enormes pérdidas económicas que sufren como consecuencia: las personas que pasan tiempo en prisión pierden más de la mitad de los ingresos que habrían podido ganar en el futuro si no hubieran sido encarceladas.
Haber determinado mediante un análisis estadístico riguroso cuánto les cuesta el encarcelamiento masivo a las personas atrapadas por ese sistema es un logro importantísimo. Los hallazgos de este informe reconstruyen nuestra percepción sobre el tema: estos costos suponen una carga perpetua sobre el potencial de ingresos de decenas de millones de estadounidenses y no solo los pagan los individuos, sus familias y sus comunidades. También son factores sistémicos que multiplican la desigualdad y son tan inmensos que tienen consecuencias macroeconómicas.
Hoy en día, este hallazgo es fundamental. La contracción económica sin precedentes causada por la pandemia y la mala respuesta del gobierno federal anterior parecen estar repercutiendo mucho más sobre las personas que ya habían sido golpeadas, al igual que ocurrió en crisis anteriores. Cuando las empresas reducen su personal, los empleados con antecedentes penales suelen ser los primeros en ser despedidos y los últimos en volver a contratarse. Y mientras las corporaciones más grandes reciben miles de millones de dólares en subsidios, millones de personas desempleadas quedan olvidadas y sin ningún tipo de ayuda.
Estos se suman a otros costos enormes impuestos sobre la sociedad por nuestro sistema de encarcelamiento masivo. Algunos estados han gastado la misma cantidad de dinero en sus prisiones que en sus universidades. La pandemia ha hecho escasear aún más los fondos públicos. Que se gaste más dinero para encarcelar a más gente debilitará nuestro futuro, mientras que, si se gasta esa misma cantidad de dinero en expandir nuestras universidades, tendremos una economía del siglo veintiuno más fuerte.
El encarcelamiento masivo ha sido un instrumento clave de supresión del voto porque, en algunos estados, a las personas con antecedentes penales se les priva de su derecho al voto y, en muchos otros, toda persona que estuvo presa debe volver a registrarse para votar cuando salga en libertad. Esta práctica menoscaba la democracia: debido a que las personas negras y de bajos ingresos sufren muchísimo más el encarcelamiento masivo, tendrán una representación mucho menor en nuestro electorado.
Mientras tanto, los intentos de toda la nación de reconocer y reparar la injusticia racial profundamente arraigada nos obligan a lidiar con las numerosas formas en que estas injusticias se han perpetuado durante el siglo y medio que transcurrió desde el fin de la esclavitud. Durante las últimas cuatro décadas, el encarcelamiento masivo, con la privación de voz política y de oportunidades económicas que a menudo conlleva, ha ocupado un lugar central. El encarcelamiento masivo hace que la movilidad económica sea casi imposible para una enorme cantidad de personas negras.
Sin embargo, el presente también nos ofrece una oportunidad histórica. Al poner al desnudo las grotescas desigualdades que cimentan nuestra sociedad, la agitación social de 2020 nos ha dado el espacio necesario para cambiar drásticamente nuestro rumbo. Un movimiento ambicioso y con objetivos democráticos para crear una economía más justa y resiliente, basada en un contrato social renovado y fortalecido, por fin está ganando impulso. Pero no habrá un verdadero adelanto hasta que nuestros ciudadanos más marginalizados y vulnerables logren movilidad económica. Las políticas urgentes que recomienda este informe son un paso hacia adelante para acabar con estas injusticias y construir una sociedad más próspera e igualitaria. Este informe presenta lo que se debe hacer para acabar con el encarcelamiento masivo. Y explica, de igual importancia, cómo lidiar con su legado: el gran número de estadounidenses que tienen antecedentes penales. Es un error que hayan perdido tantos años productivos de su formación, con frecuencia, por infracciones menores. Es doblemente un error que sufran por el resto de su vida el estigma de haber sido encarcelados. Por ellos y por nuestra sociedad entera, debemos minimizar las consecuencias de ese estigma.
Hay mucho por hacer si queremos que la sociedad pueda reconciliarse y remediar completamente nuestra larga historia de injusticias raciales. Acabar con el encarcelamiento masivo es un buen comienzo. Este informe presenta argumentos muy convincentes a favor de los inmensos beneficios económicos que ello puede aportar.
Joseph E. Stiglitz
Profesor universitario
Universidad de Columbia