Nuestro sistema tiene controles estrictos que se ponen en marcha para proteger la integridad de nuestro proceso electoral. En una declaración conjunta de autoridades federales, estatales y del sector privado, se determinó que las elecciones de noviembre de 2020 fueron las “más seguras en la historia de los Estados Unidos” y se concluyó que no había pruebas que indicaran que “alguno de los sistemas de votación hubiera eliminado, extraviado o modificado votos ni que hubiera sido comprometido de ninguna otra forma”.
Esta es una buena noticia que todos deberíamos celebrar, pero no significa que la tarea de proteger nuestras elecciones ya se hubiera acabado. La antigüedad de nuestros sistemas de votación sigue siendo un problema y erosiona la confianza del público en las elecciones. Con la mirada puesta en las próximas elecciones legislativas de noviembre, es importante que los estados y las jurisdicciones locales inviertan dinero para actualizar sus máquinas de votación.
Las máquinas anticuadas sufren averías frecuentes y ocasionan largas esperas en los sitios de votación. También son más susceptibles a tener errores, lo cual pone en riesgo la confianza de la ciudadanía en las elecciones.
Si bien se han realizado esfuerzos importantes por reemplazar los sistemas más inseguros, hay demasiados estados que todavía usan máquinas que deberían reemplazarse. Por ejemplo, máquinas viejas (de más de 10 años de antigüedad), máquinas de votación que ya no se fabrican y que, por lo tanto, se hace difícil realizarles mantenimiento y máquinas de votación que no generan una boleta en papel por cada voto emitido, lo cual hace imposible que las autoridades electorales puedan efectuar auditorías después de las elecciones. Que los funcionarios electorales calificados puedan efectuar auditorías legítimas e independientes ha tomado urgencia después de que muchos actores partidistas impulsados por la Gran Mentira hubieran realizado revisiones electorales partidistas que divulgan información falsa sobre las elecciones y socavan la confianza en nuestra democracia.
Calculamos que el costo de reemplazar los viejos equipos de votación durante los próximos cinco años será de más $580 millones. Pero el costo de no hacerlo sería todavía más alto, dejaría a nuestros sistemas electorales muy vulnerables ante posibles averías, errores y ataques, y amenazaría aún más la confianza del público.