Skip Navigation
Análisis

El veredicto contra Trump resalta la obstrucción de la Corte Suprema

Nueva York llevó a cabo un juicio eficiente y justo, mientras que la Corte Suprema se demora.

Junio 4, 2024
Donald Trump in court
Seth Wenig/Getty
Ver la colección entera Trump Trials

Suscríbete aquí al nuevo boletín informativo del Brennan Center en español

¿Qué más queda por decir de la condena penal contra Donald Trump? 

Mientras miraba el veredicto por televisión junto a mis colegas del Brennan Center, me emocionó ver lo normal que todo se sentía. Qué cosa más radicalmente democrática es un jurado: un panel de 12 personas ciudadanas elegidas al azar a las que se les da un poder extraordinario. Todo indica que el jurado trabajó bien y con diligencia.

El juez Juan Merchan también hizo un trabajo admirable bajo circunstancias sumamente difíciles. Pensemos en otros jueces que perdieron el control en casos de alto perfil (a mí se me ocurre el juicio por asesinato de O. J. Simpson). Trump tuvo abogados muy hábiles, aunque tambalearon dados los hechos y las exigencias de su cliente. 

Los fiscales fueron profesionales y efectivos. Y el fiscal del distrito de Manhattan Alvin Bragg se merece los elogios que ha recibido no solo por su capacidad, sino también por su valentía y fuerza de carácter. Trump va a apelar el veredicto, tal como tiene derecho a hacerlo. 

En una insulsa sala de audiencias frente a Foley Square, en un sistema de justicia penal a menudo deteriorado por la injusticia y la falta de imparcialidad, prevaleció el estado de derecho. Todo lo cual ofrece un crudo contraste con la Corte Suprema, en su “torre de marfil” sobre la First Street en la capital de la nación.

Nunca jamás nos olvidemos: el intento de Trump de frustrar el traspaso pacífico de poder fue uno de los más grandes y peores actos de la historia estadounidense. También enfrenta el juicio más importante de la historia de nuestro país (ya que Lee Harvey Oswald y John Wilkes Booth no sobrevivieron para enfrentar un juicio por jurado). Fue el verano pasado cuando un gran jurado acusó formalmente a Trump por cargos federales sólidos e irrefutables.

Y fue el año pasado cuando el fiscal especial Jack Smith le solicitó a la Corte Suprema que confirmara si la causa podía continuar. La Corte se negó a pronunciarse. Esperaron primero que un tribunal de apelación admitiera el caso… luego que lo considerara… y después que publicara su resolución. Posteriormente, en lugar de confirmar con rapidez ese dictamen unánime, la Corte Suprema decidió admitir una apelación después de todo y, encima, programar los alegatos para la última hora del término de sus sesiones. “Estamos redactando un dictamen que pasará a la historia”, entonó el magistrado Neil Gorsuch.

Pronto la Corte Suprema decidirá el caso. Quizá seremos testigo de una oratoria elocuente. “Nadie está por encima de la ley”. “Un presidente no es un rey”. Pero, al demorarse como lo hicieron, los magistrados de la Corte le dieron a Donald Trump el tiempo que tanto desea. Se aseguraron de que probablemente Trump no se enfrente a un jurado federal antes de las elecciones. (Y puede que analicen los hechos de tal manera que algunos cargos permanezcan y otros desaparezcan; el juez de primera instancia necesitará meses para descifrarlo, y el tiempo seguirá pasando). 

El caso sobre la inmunidad de Trump sea cual fuera su resolución, ya es una de las intervenciones políticas de la Corte Suprema más notorias de todos los tiempos.

La credibilidad de la Corte sigue cayendo en picada. Ahora sabemos que el magistrado Samuel Alito hizo ondear la bandera de la insurrección afuera de su casa apenas unos días después del 6 de enero. (Permítanme ignorar la ficción de que todo es culpa de su esposa y su pelea con sus vecinos, un cuento ya desmentido por Jodi Kantor del New York Times).

 La explicación de Alito de por qué no se recusa se ha convertido ahora en un clásico inadvertido. “A mi esposa le encanta ondear banderas”, escribió. Estos dichos serán parte importante del legado de Alito, aunque probablemente no serán grabados en mármol al lado de los aforismos de magistrados como Oliver Wendell Holmes o John Marshall.

Los partidarios de Trump ahora dejan en claro sus expectativas. Por Fox News, el presidente de la Cámara de Representantes Mike Johnson exhortó a la Corte Suprema a “intervenir” para anular la decisión del caso de Nueva York, supuestamente antes de que ni si siquiera se presente apelación alguna. “Creo que los magistrados de la Corte —muchos de los cuales conozco personalmente— están muy preocupados por todo esto, al igual que nosotros. Así que creo que lo resolverán”.

Johnson sabe que la Corte no puede hacer eso. Pero quizá haya articulado una verdad que habría sido conocida en el seno de la sociedad de Tammany Hall y de otras maquinarias políticas: “Un buen abogado conoce la ley. Un gran abogado conoce al juez”.  

El juicio de Manhattan nos recuerda la importancia de los tribunales estatales guiados por las leyes estatales y las constituciones estatales. Son un baluarte independiente de la libertad y la igualdad. 

En el Brennan Center, estamos trabajando para enaltecerlos. Queremos encender un movimiento judicial nacional que fortalezca el derecho constitucional estatal. El New Yorker acaba de publicar un artículo emocionante que describe nuestro trabajo y una conferencia impresionante que organizamos a comienzo de año y que reunió a jueces, personalidades académicas y activistas en la Facultad de Derecho de NYU. Haremos mucho más. 

Pueden seguir todas las novedades sobre los tribunales superiores estatales y el derecho constitucional estatal en nuestro exhaustivo sitio web de State Court Reporty suscribirse para recibir el boletín de State Court Report.

Criticamos de sobra a un sistema de justicia penal que defrauda demasiado, en especial a las personas no blancas. Ahora, apreciemos los momentos donde el sistema sí funciona. Y nunca nos olvidemos de que, a plena luz del día, impregnada de cinismo y corrompida por la política, la Corte Suprema de nuestra nación está fallando, sin poder superar la misma prueba esencial de justicia.

Traducción de Ana Lis Salotti.