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Esta es una versión abreviada del artículo en inglés que se puede consultar aquí.
Justo antes de las elecciones primarias de 2024 en New Hampshire, se registró una serie de llamadas automáticas en las que una voz pregrabada se hacía pasar por la del presidente Joe Biden, aconsejándole al electorado que no participara en una campaña de nominación directa a favor de Biden y recomendándole que “se guardara el voto” para las elecciones generales.
Este fue el primer caso conocido en que se empleó la inteligencia artificial con su capacidad de clonar la voz de una persona a una escala considerable y con la intención de desalentar al electorado de participar en una elección estadounidense.
Luego, un operativo político admitió haber encargado la ejecución de la artimaña; se supo que crear el audio falso costó apenas $1 y llevó menos de 20 minutos. Es casi seguro que nuestras elecciones futuras estén plagadas de intentos similares, a medida que la rápida aceptación y desarrollo de las herramientas de la IA generativa siguen su curso acelerado.
Este fenómeno no es totalmente nuevo: la supresión del voto a través de la desinformación tiene una larga historia en los Estados Unidos. Desde el momento en que las personas estadounidenses negras y de otras etnicidades y razas consiguieron formalmente su derecho al voto, siempre hemos tenido maleantes que han cometido actos de terrorismo para intimidar al electorado y han ejercido presión para aprobar leyes electorales restrictivas que crearon obstáculos injustificables en la votación.
Estos esfuerzos de supresión del voto han adquirido la forma de engaños para impedir el voto legítimo de las minorías desde hace al menos 25 años. Del mismo modo, muchísimas personas antagonistas a la democracia estadounidense han eliminado a votantes elegibles de las listas de registro de votantes, o padrones electorales, especialmente a votantes de las minorías.
Desde la era de la Reconstrucción hasta la era digital, estas estrategias han persistido y evolucionado, pero siempre han retenido ciertos elementos centrales, aun cuando las tecnologías y plataformas nuevas han permitido focalizar sus esfuerzos con más precisión y rapidez para dirigirlos a determinados grupos de votantes.
La IA tiene la capacidad de intensificar estos riesgos, darles una nueva vida a las artimañas de antaño y agregar más obstáculos para el derecho al voto. La IA generativa crea la posibilidad de utilizar métodos de engaño más sofisticados, capaces de ser utilizados con un costo mucho más bajo, una velocidad mucho más alta y a una escala mucho más amplia.
El potencial persuasivo de la IA también puede aumentar con el tiempo, a medida que las actuales limitaciones tecnológicas son rápidamente superadas y se fusionan diferentes tipos de IA en formas nuevas. Algunos tipos de sistemas de IA les permitirá a las personas que niegan los resultados de las elecciones y otros tipos de negacionistas presentar impugnaciones masivas privadas en contra del estado de inscripción de miles de votantes con mayor eficiencia, y hasta quizá con menos transparencia y una nueva apariencia de legitimidad falsa.
Si bien no queda claro en qué medida la IA cambiará el panorama de la supresión del voto durante las elecciones generales de 2024, los nuevos desarrollos en el uso y las capacidades de la IA dan un renovado sentido de urgencia para continuar con los esfuerzos incesantes de aplacar la subversión electoral. Estos desarrollos exigen intervenciones políticas nuevas y sólidas para minimizar los peligros que se divisan en el horizonte de la democracia.