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La policía debe responder con más eficacia a la violencia de la extrema derecha

En este fragmento de su libro, el exagente del FBI Mike German, quien trabajó como agente encubierto en grupos supremacistas blancos y militantes, advierte sobre la respuesta peligrosamente laxa de las fuerzas policiales contra la violencia de la extrema derecha.

Enero 9, 2025
cops
Drew Angerer/Getty

Este fragmento apareció originalmente en Policing White Supremacy: The Enemy Within, publicado por la editorial The New Press. 

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  • Hoy en día, la supremacía blanca persiste en las desigualdades raciales bien documentadas que existen en nuestras instituciones políticas, económicas y sociales y, en particular, en nuestro sistema de justicia penal.
  • Lo que falta es la firme determinación de priorizar la investigación y el procesamiento penal de la violencia de la extrema derecha como una seria amenaza a la seguridad nacional.

Por Mike German

Resulta difícil exagerar el peligro que supone una policía supremacista blanca para el pueblo que esta jura proteger. Sin embargo, el FBI ha demostrado una resistencia terca a la hora de reconocer este problema. Poco más de tres meses antes del ataque al Capitolio, declaré ante la Cámara de Representantes sobre la desafortunada persistencia del racismo, la supremacía blanca y militancia de extrema derecha dentro de las fuerzas policiales.

El presidente del subcomité que me invitó, el representante Jamie Raskin (D-MD), también invitó a varios oficiales del FBI para que testificaran en la audiencia, pero ninguno aceptó. Raskin dijo que los gerentes del Buró repudiaron unos informes de inteligencia del FBI, anteriormente divulgados, que habían advertido sobre el supremacismo blanco dentro de las fuerzas policiales, y señalaron que actualmente no lo consideraban un problema mayor.

Se equivocaron, cegados por sus propios sesgos y su falta de voluntad de dejar que las pruebas, y no sus propios prejuicios personales e institucionales, dicten sus políticas para la lucha contra el terrorismo. El ataque del 6 de enero hizo que la amenaza surgida por la supremacía blanca y la militancia de extrema derecha en las fuerzas policiales sea mucho más difícil de negar.

Este libro es una llamada a la acción. Resalta la urgente necesidad de que las fuerzas policiales federales, estatales y locales protejan mejor al público de la violencia de la extrema derecha y erradiquen el racismo explícito y el supremacismo blanco de entre sus filas.

También aborda la relación complicada que tiene la policía con el supremacismo blanco en general. A través de la historia de los EE. UU., a la policía se le ha encomendado hacer cumplir leyes racistas, comenzando por las patrullas de esclavos que había en las colonias estadounidenses. Hoy en día, la supremacía blanca persiste en las desigualdades raciales bien documentadas que existen en nuestras instituciones políticas, económicas y sociales y, en particular, en nuestro sistema de justicia penal.

La inacción de las fuerzas policiales ante la violencia de la supremacía blanca, incluida la violencia policial racista, propicia estos sistemas discriminatorios y deja en claro qué vidas importan más en los Estados Unidos.

La buena noticia es que reparar estas deficiencias en la respuesta policial contra las manifestaciones violentas de la supremacía blanca es más simple de lo que se imagina. El Congreso ya les ha concedido suficiente autoridad y recursos a las fuerzas policiales para que investiguen, procesen y castiguen los actos de violencia de la supremacía blanca y de la extrema derecha. Cuando las fuerzas policiales emplean estas herramientas, son muy efectivas.

Al momento de esta publicación, el Departamento de Justicia federal ha acusado a más de 1,200 personas que atacaron el Capitolio el 6 de enero, entre ellas, miembros de grupos conocidos de supremacía blanca y militancia de la extrema derecha, que el Departamento condenó con éxito por delitos de terrorismo y sedición.

La mayoría de los acusados se han declarado culpables o fueron condenados durante un juicio. Varios fiscales federales, estatales y locales también han presentado docenas de cargos contra un expresidente de los Estados Unidos derrotado y sus coconspiradores por haber intentado invalidar ilegalmente los resultados de una elección libre y justa.

Lo que falta es la firme determinación de priorizar la investigación y el procesamiento penal de la violencia de la extrema derecha como una seria amenaza a la seguridad nacional. Aún se debe acusar a cientos de personas que causaron disturbios y asaltaron el Capitolio el 6 de enero, a pesar de haber sido identificadas voluntariamente por “cazadores de sediciosos” que las denunciaron al FBI.

Y sigue habiendo militantes de extrema derecha que cometen actos públicos de violencia sin una adecuada respuesta de las fuerzas policiales. Hasta el momento, el Departamento de Justicia y el FBI se han resistido a cumplir con las demandas del Congreso de recabar información exhaustiva a nivel nacional sobre los actos de violencia perpetrados por los supremacistas blancos y militantes de extrema derecha.

Reconocer que la violencia de la supremacía blanca es un problema es el primer paso y recopilar los datos que lo demuestren es el segundo. Una vez que se investigue profundamente el problema, se puede adaptar correctamente la respuesta policial y las agencias responsables de procesar estos delitos pueden dar cuenta de su accionar públicamente.

A fin de responder con eficacia ante la violencia de la supremacía blanca, las fuerzas policiales necesitan enfoques que sean más estratégicos y focalizados: más estratégicos al utilizar datos para evaluar la magnitud y naturaleza de la violencia de la supremacía blanca y comprender el objetivo global de sus militantes de normalizar y legitimar esta violencia como una herramienta política; y más focalizados porque las fuerzas policiales deben concentrar sus esfuerzos y recursos según la evidencia de las actividades delictivas violentas, en lugar de vigilar la expresión política y las afiliaciones, por más odiosas que sean.

Responder contra la violencia, y no contra una ideología, evitará investigaciones sesgadas y asegurará que los recursos policiales se destinen para arremeter contra las amenazas reales, no contra grupos políticos desfavorecidos.

Una respuesta policial efectiva contra la supremacía blanca también implica limitar el rol de la policía. En lugar de ampliar las autoridades y recursos policiales, nuestra nación debe invertir en las comunidades golpeadas por la violencia de la supremacía blanca y la militancia de extreme derecha, y debe empoderar a esas comunidades.

La respuesta también debe incluir enfoques restaurativos para delitos de odio y actos de violencia de la extrema derecha, que puedan ayudar a reconstruir la cohesión social que los supremacistas blancos intentan destruir.

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Copyright © 2025 por Mike German y Beth Zasloff. Este fragmento apareció originalmente en el libro Policing White Supremacy: The Enemy Within, publicado por la editorial The New Press. Se reproduce aquí con el permiso correspondiente.

Traducción de Ana Lis Salotti.