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La decisión judicial en la causa District of Columbia v. Heller de 2008 fue la primera vez en que la Corte Suprema afirmó que la Segunda Enmienda protege el derecho individual de poseer armas. Pero incluso esa decisión —que revertía 200 años de consenso judicial sobre el significado de la frase “poseer y portar armas” de la Segunda Enmienda— aclaraba que Estados Unidos aún podía tener fuertes leyes sobre la posesión y portación de armas.
De hecho, más del 90 por ciento de las leyes sobre las armas se confirmó durante los diez años que le siguieron al fallo Heller.
El magistrado Antonin Scalia redactó la opinión del caso Heller. Luego, se le preguntó en qué se diferenciaba del magistrado Clarence Thomas. “Soy originalista —respondió—. Pero no soy loco”.
Luego, fue Thomas el que redactó la opinión de la Corte en New York State Rifle & Pistol Association v. Bruen en 2022, un caso sobre la Segunda Enmienda que es, por mucho, el más extremo en la historia de los Estados Unidos. En efecto, su resolución dice que los tribunales no pueden tomar en cuenta los riesgos de seguridad pública que se suscitan en el momento, cuando evalúan la constitucionalidad de una ley sobre armas, sino que solo deben considerar la historia y la tradición, y determinar si había alguna ley análoga sobre armas en 1791.
Así llegamos a la causa United States v.Rahimi, cuyos alegatos orales se presentaron este martes ante la Corte Suprema. Zackey Rahimi atacó a la madre de su hijo. Se le impuso una orden de restricción por violencia doméstica y, entonces, se le aplicó una prohibición de poseer armas. Luego de eso, amenazó a otra mujer con un arma y abrió fuego en público en cinco ocasiones distintas.
El Tribunal de Apelaciones del Quinto Circuito, haciendo alusión a la prueba de “una ley análoga de 1791” establecida por el caso Bruen, revocó la ley que le había quitado a Rahimi su derecho a portar armas de fuego. Claro que no existía ninguna ley de ese tipo en la época en que se ratificó la Segunda Enmienda: la violencia doméstica ni siquiera se consideraba un delito.
El martes, durante los alegados orales, la Corte Suprema se esforzó al máximo para aclarar que entendía lo absurdo del resultado. Aquí reproducimos lo mejor del diálogo que mantuvieron el presidente de la Corte, el magistrado John Roberts, y el abogado de Rahimi.
“¿Usted no tiene ninguna duda de que su cliente es una persona peligrosa, o sí?”.
“Su Señoría, me gustaría saber qué significa ‘persona peligrosa’ en el momento”.
“Bueno, significa alguien que dispara… contra otras personas. Ese es un buen comienzo”.
Más allá de la picardía y agudeza de las palabras de Roberts, cabe recordar que él es uno de los responsables de esta situación. Su voto en los casos Heller y Bruen dio lugar al dictamen absurdo del tribunal del Quinto Circuito.
Según el tenor de las preguntas, la Corte Suprema podría encontrar una forma de dictaminar que claro que se le puede prohibir poseer armas a una persona acusada de violencia doméstica. Para usar la palabra legalista en latín: “¡obvio!”.
Pero deberían hacer mucho más que eso. Podrían encontrar una forma de decretar que las leyes análogas de 1791 no tienen por qué ser exactas, sino “lo suficientemente parecidas”. Por ejemplo, cualquier ley de la época de la fundación del país que le prohibiera poseer armas a una persona peligrosa es lo suficientemente parecida a una prohibición de poseer armas para personas sobre las que pese una orden de restricción por violencia doméstica.
O quizá, solo quizá, esta vez haya una mayoría capaz de repensar, desde sus cimientos, la lógica del caso Bruen. Después de todo, los magistrados Roberts y Brett Kavanaugh votaron a favor de la opinión originalista en la causa Bruen, pero también escribieron, cada uno por separado, que la verdadera meta era hacer que las leyes sobre posesión y portación de armas fueran “objetivas”. Ellos dos, más los tres magistrados liberales de la Corte, podrían conformar una nueva mayoría a favor de un abordaje más sensato en cuanto a la reglamentación de las armas de fuego.
De todas formas, no tengo mucha esperanza en esa posibilidad. Causa tras causa, Roberts ha demostrado que se inclina hacia la misma dirección que sus colegas conservadores, solo que un poco más lento.
Pero aún queda la sinrazón absurda que se creó como respuesta a la causa Bruen y su originalismo. Vivimos en un país moderno, cambiante, uno en donde decenas de millones de fusiles de asalto inundan nuestras calles, armas de guerra que les habrían resultado inimaginables a los fundadores de nuestro país.
¿El argumento de que, hoy en día, debemos regirnos solo por las perspectivas sociales de aquellos hombres blancos terratenientes que vivieron en una época donde las mujeres no podían votar y las personas negras eran esclavos? Esa sí que es una idea verdaderamente “peligrosa”.
Traducción de Ana Lis Salotti.