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Durante el debate presidencial del próximo martes, seguramente escucharemos hablar mucho sobre la delincuencia y su castigo. Kamala Harris hará alarde de su experiencia como fiscal. Y Donald Trump probablemente afirme, como ya lo ha hecho, que "la delincuencia está tan fuera de control en nuestro país… que ni siquiera puedes cruzar la calle para ir a comprar pan. Te disparan. Te asaltan. Te violan".
Los expertos siempre han catalogado a la delincuencia como un "tema de fractura". En su clásico Diccionario político en inglés de 1993, William Safire definió a este tipo de temas como: "Un tema candente que divide a una coalición o a un electorado". Durante décadas, la clase política ha utilizado la preocupación por la violencia para generar ansiedad y sembrar división.
Entonces, ocurrió algo inesperado: los índices de criminalidad bajaron de golpe. Nueva York, que alguna vez fue símbolo de la decadencia urbana, se convirtió en la ciudad importante más segura de la nación. (¡Vengan a visitarnos!).
El partido demócrata y el republicano se unieron a favor de la reforma. El pueblo estadounidense estuvo de acuerdo: quienes quebrantan la ley deben pagar las consecuencias. Pero la seguridad pública y el sentido de justicia no son intereses opuestos que hay que equilibrar el uno contra el otro, sino que van de la mano.
Todo esto hace que las tendencias políticas recientes se vuelvan muy preocupantes. Sí, la delincuencia aumentó durante la pandemia, pero el delito violento está bajando otra vez. Drásticamente en muchos sitios y en muchas categorías de delito. Los homicidios bajaron aproximadamente un 20 por ciento en Baltimore y Filadelfia entre 2022 y 2023 y un 11 por ciento en la ciudad de Nueva York. Pero los políticos que se volvieron a aferrar a la delincuencia como un tema de fractura durante la pandemia siguen sonando.
La violencia está disminuyendo, pero la demagogia aumenta. Es un buen momento para evaluar la situación, para distinguir los mitos de la verdad.
Consideremos la reforma del sistema de fianza, un cambio político que ha tomado una relevancia enorme. Muchos políticos la usan como un término genérico de todo tipo de cambios para reducir la encarcelación. Cuando a alguien se le acusa de un delito, el New York Post siempre termina culpando a "las leyes de fianza demasiado permisivas". ¿Es este un motivo válido?
La economista Terry-Ann Craigie y el abogado Ames Grawert, colegas del Brennan Center, evaluaron datos provenientes de 33 comunidades de todo el país en el estudio más grande de este tipo que se haya realizado hasta el momento.
Algunas de las ciudades estudiadas habían implementado reformas del sistema de fianza y otras no. "Al final, este informe no encuentra ninguna relación estadísticamente significativa entre las reformas del sistema de fianza y los índices de delincuencia", concluyen Craigie y Grawert. "Dicho de otro modo, no hay ningún motivo para creer que la reforma del sistema de fianza haya producido un aumento en el delito".
Después de todo, la delincuencia aumentó durante la pandemia en los sitios que habían cambiado sus leyes de fianza como así también en los sitios que mantuvieron el statu quo.
Este es otro mito que está circulando masivamente este año: la afirmación de que existe una ola delictiva inmigrante. Tampoco hay ninguna prueba de esto. Claro que la inmigración presenta desafíos, en especial cuando los cruces fronterizos aumentan como lo hicieron hace poco durante la presidencia de Biden. Pero las personas inmigrantes simplemente no son más peligrosas que el resto de la nación; en realidad, es todo lo contrario.
Las personas inmigrantes tienen la misma probabilidad de encarcelamiento, o incluso más baja, que las personas nacidas en los Estados Unidos. Muchas veces, reducen los índices de criminalidad y aumentan la cohesión social.
Nada de esto es nuevo. Tal como se reconoció en un informe de 1931 publicado por la entonces Comisión Nacional para el Cumplimiento y Aplicación de la Ley (National Commission on Law Observance and Enforcement), "La teoría de que la inmigración es responsable de la delincuencia, de que la más reciente ‘ola de inmigración’, cualquiera sea su nacionalidad, es menos deseable que las anteriores, de que todos los recién llegados deberían tratarse con una actitud de sospecha es una teoría casi tan vieja como las colonias plantadas por los ingleses en la costa de Nueva Inglaterra".
Podemos aprender algo de todo esto.
Las preocupaciones válidas de las personas sobre su seguridad y la delincuencia importan mucho y son un componente clave en la conversación política a nivel nacional. La gente quiere que se respete el estado de derecho, y quienes causan daño deben penalizarse.
Todo el mundo quiere que sus hijos puedan ir caminando a la escuela sin correr peligro. Todo el mundo quiere comunidades seguras. Pero décadas de estudios demuestran que la seguridad pública y las reformas del sistema de justicia pueden hacerse realidad juntas.
Al mismo tiempo, no podemos dejar que los miedos desenfrenados de una delincuencia imaginaria nos obliguen a regresar a políticas severas del pasado. Casi 2 millones de personas se encuentran tras las rejas en este país, una población más grande que las de Vermont, Wyoming y el Distrito de Columbia combinadas. El sistema sigue afectando mucho más a las personas económicamente desfavorecidas y a las personas no blancas, en especial, a las afroamericanas.
La respuesta, creo, consiste en recuperar el espíritu del movimiento bipartidista a favor del cambio que fue tan prometedor hace diez años. Los hermanos Koch y George Soros unieron fuerzas. El senador Charles Grassley (R-IA) se sumó al representante Hakeem Jeffries (D-NY). Hasta Donald Trump firmó con orgullo la Ley del Primer Paso (First Step Act) y mencionó el tema de las personas previamente encarceladas en su discurso del Estado de la Unión.
A menudo, la percepción del público sobre la delincuencia queda atrasada con respecto a la realidad. Esperemos que, a medida que se enfrían las pasiones políticas, este tema de fractura pierda su capacidad de dividirnos.
Traducción de Ana Lis Salotti.