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La libertad para votar tuvo un momento de esplendor la semana pasada. No se trató de la forma en que la ciudadanía debe votar en 2024, sino de lo que podría pasar en 2025. Fue una emotiva afirmación que podría dar lugar a una profunda reforma y que puede señalar el comienzo de una futura batalla transcendental.
La Ley de Libertad para Votar (Freedom to Vote Act) garantizaría el acceso a la votación anticipada y la votación por correo, establecería el registro automático de votantes, prohibiría la manipulación de distritos electorales, divulgaría el origen de las donaciones anónimas en las elecciones, fortalecería la financiación pública de las campañas políticas y reforzaría las salvaguardas contra la subversión electoral. La Ley para Promover el Derecho al Voto de John R. Lewis (John R. Lewis Voting Rights Advancement Act) le devolvería a la Ley de Derecho al Voto (Voting Rights Act) toda su fuerza después de que la Corte Suprema la destrozó.
Este paquete sería la reforma democrática más importante de dos generaciones. Sería un paso a favor de la justicia racial. Fortalecería nuestro sistema de autogobierno para representar mejor al pueblo de una nación cambiante y creciente. Los proyectos de ley H.R. 1 y H.R. 4 estuvieron a dos votos de haber sido promulgados en 2022. Ahora, queda claro que esta audaz reforma democrática ocupa un lugar central en la agenda política de aquí en adelante.
El último miércoles en Chicago, el Brennan Center y la organización Democracy SENTRY mantuvieron un diálogo sobre el derecho al voto de cara al 2025. Cientos de personas llenaron dos salas. Oímos al representante Joe Morelle, integrante demócrata de mayor rango del Comité de Administración de la Cámara de Representantes, y a la representante Delia Ramirez de Illinois. Oímos a la secretaria de estado de Míchigan, Jocelyn Benson, una de las autoridades electorales principales del país. Y oímos a líderes prominentes en derechos civiles, como Maya Wiley de la Leadership Conference on Civil and Human Rights, Damon Hewitt del Lawyers’ Committee for Civil Rights Under Law, y Marc Morial de la National Urban League.
El líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, dio el discurso de apertura. Dejó en claro que estos proyectos de ley son una prioridad y que esperaba tenerlos aprobados para febrero de 2025, aunque, para ello, se deban cambiar las reglas para permitir su aprobación con el voto de una simple mayoría. "Esto es fundamental para la democracia", dijo Schumer a la prensa. "No es tan solo otro tema irrelevante. Es la base de todo".
La senadora Amy Klobuchar, presidenta del Comité de Reglas, dio el discurso de cierre. Describió, de un modo muy emotivo, cómo tuvo que caminar sobre vidrios rotos en el Capitolio la noche del 6 de enero de 2021 para asegurarse de que los votos del Colegio Electoral se contaran. Explicó cómo la pelea por estos proyectos de ley, incluida la frustración que generan las reglas anticuadas del Senado, movió a que muchos senadores se preparen para actuar tan pronto tengan la oportunidad.
El Washington Post comprendió la importancia de que el Congreso centre su atención en estos proyectos de ley y publicó un artículo principal en su sitio web.
A la noche siguiente, la vicepresidenta Harris prometió firmar los dos proyectos.
Como política —y en la política—, esta es una medida muy importante.
La población votante y la democracia enfrentan ataques cada vez mayores, a medida que se acerca el día de las elecciones. Hemos visto jugadas que buscan hacer más fácil bloquear el veredicto del electorado en Georgia y en otros estados. En contra de medio siglo de precedente, un tribunal federal dictaminó que el electorado no puede iniciar acciones legales según la Ley de Derecho al Voto.
Cientos de millones de dólares de donantes secretos han inundado las elecciones. Y, tal como señaló un reciente estudio del Brennan Center, la brecha racial entre la participación en las elecciones de votantes blancos y la de no blancos creció casi el doble en estados antes protegidos por la Ley de Derecho al Voto, comparados con el resto del país. Este paquete de reformas detendría en seco esta ola de supresión del voto.
También es importante políticamente.
La salud de la democracia estadounidense ha figurado como uno de los temas principales en las encuestas de este año. Debemos protegernos del autoritarismo y de una repetición de lo ocurrido el 6 de enero de 2021. Pero lo más importante no es a lo que nos enfrentamos, sino lo que defendemos: una democracia en la que cada persona ciudadana elegible pueda votar, se le cuente su voto y pueda confiar en los resultados.
Otro tipo de público importante debería tomar nota de estas ovaciones a favor de la reforma: los informantes políticos que a veces desestiman el entusiasmo público por las reformas democráticas.
Como señalé a quienes asistieron al evento del Brennan Center, "este no es un proyecto para mandar un mensaje político. Es de verdad". Recuerden: la ley de derecho al voto fracasó en 1957, 1960 y 1964, antes de ser promulgada en 1965.
¿Cómo se desarrollará todo? Esperamos que líderes de todos los partidos políticos trabajen para proteger la libertad para votar. La última vez que se consideró la Ley de Derecho al Voto, en 2006, el Senado la aprobó por unanimidad. En cambio, en 2022, solo un senador republicano se mostró dispuesto a apoyar la Ley de Derecho al Voto de John R. Lewis.
El senador Ted Cruz, tras reconocer la amplia popularidad de estas medidas, la última vez hizo un llamado a favor de una "estrategia de cúpula", un eufemismo para referirse a un filibusterismo sin trabas. En medio de tanto partidismo y polarización, no debemos dejar que esta obstrucción bloquee estas leyes vitales.
En el Brennan Center, nos enorgullece ver que muchas de las políticas que se encuentran en estos proyectos de ley se basan en nuestra investigación y trabajo de los últimos veinte años. Este es nuestro compromiso: si existe la posibilidad de promulgar estas leyes en 2025, haremos todo lo posible para hacerlo realidad.
Como lo afirmé en Chicago, durante los últimos años, nos ha desconcertado el surgimiento del movimiento negacionista de elecciones. Pero ahora hay un movimiento democrático, profundo, diverso y fuerte. Si todos y todas hacemos nuestra parte y lo hacemos bien, podemos hacer que este movimiento democrático se convierta en la historia de los próximos años.
Traducción de Ana Lis Salotti.