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Análisis

Los problemas de dinero de George Santos (y nuestras preocupaciones)

Los reguladores sin capacidad de penalización y las lagunas legales son un paraíso para los estafadores.

Enero 18, 2023
George Santos
Mandel Ngan/Getty

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Los aficionados al cine nunca olvidarán esta escena de All the President’s Men. En un estacionamiento oscuro, Garganta Profunda susurra, “Sigue el dinero”. George Santos escucha con mucha atención y asiente.

Ah, no. Santos no estuvo allí. Tampoco fue estrella de vóleibol en la universidad, ni tiene dos remplazos de rodilla, o venció el cáncer de cerebro, ni fue un titán de Wall Street. Tampoco es judío ni nada parecido, pero quizá pueda explicarle a su nueva amiga Marjorie Taylor Greene cómo funcionan los lásers espaciales financiados por los Rothschild.

Nos hemos reído mucho del representante de Nueva York, George Santos (R), quien está bajo investigación por al menos cuatro entidades en dos países. Pero no podemos pasar por alto la preocupante pregunta detrás de sus mentiras: ¿De dónde proviene el dinero?

Lo poco que hemos averiguado hace que la pregunta sea incluso más urgente. Trabajó para la firma de inversiones Harbor City Capital de Florida, que la Comisión de Valores y Bolsa acusó de ser un esquema tipo Ponzi que robó millones de dólares. ¿Su dinero proviene de los inversionistas estafados?

Abundan los indicios de posibles irregularidades. Fue candidato en una contienda reñida, pero su comité de acción política hizo contribuciones de miles de dólares a por lo menos otros dos políticos, entre ellas $25,000 a la campaña para gobernador del republicano Lee Zeldin de Nueva York. Es una anomalía que parece indicar que Santos se limitó a canalizar el dinero de otro donante escondido.

Santos se benefició de los $25,000 que gastó RedStone Strategies, que no está inscrito como entidad política. Le prestó a su propia campaña $700,000, fortuna que afirma provino de una empresa que registró, disolvió un año más tarde y luego reconstituyó. En la más reciente revelación escandalosa, se acusó a personal de su campaña de cargar donaciones no autorizadas que ascendían a miles de dólares a las tarjetas de crédito de donantes.

Esto de por sí es espantoso, sin siquiera considerar los otros detalles alarmantes del gasto por Santos de dinero misterioso en lujosos viajes a Las Vegas y Atlantic City, “almuerzos con donantes” en Bergdorf Goodman e incluso el pago de su alquiler, por mencionar apenas unos cuantos. ¿Dónde estaban los reguladores mientras Santos recaudaba dinero para su campaña y lo derrochaba?

Pues, la Comisión Federal de Elecciones estaba escribiendo cartas. Para ser preciso, envió al equipo de Santos 20 indagaciones durante el más reciente ciclo electoral sobre irregularidades en los documentos presentados por su campaña, entre ellas contribuciones excesivas por donantes, cifras que no cuadraban y falta de información sobre préstamos a la campaña. Pero además de escribir cartas, no hay ninguna prueba de que la Comisión tomó medidas al respecto tras detectar prácticas que iban desde lo sospechoso hasta lo completamente ilegal.

A diferencia de los medios o los demócratas, al parecer, la Comisión por lo menos notó un gran problema, pero esencialmente no tenía el poder de hacer nada al respecto.

En el entorno carente de regulación creado por una Comisión sin poder y Citizens United, cuyo 13.er aniversario es este fin de semana, los estafadores y embaucadores como George Santos tienen la libertad de hacer de las suyas. Si lo enjuician, como parece probable, será debido a una serie de sucesos que pusieron en marcha sus mentiras descaradas, no los sospechosos documentos financieros presentados por su campaña.

Desde Buckley vs. Valeo en 1976, la Corte Suprema ha afirmado que no existe el riesgo de corrupción por parte de los candidatos que financian sus propias campañas. Su lógica se amplificó hasta llegar a lo absurdo en Citizens United. Los enormes comités de acción política, conocidos como “Super PACs”, pueden recaudar y gastar fondos ilimitados porque son independientes de los candidatos, las cuales son circunstancias tan ficticias como las mentiras de Santos. Es un mundo apropiado para alguien que no tiene ningún concepto del bien y el mal, ni conciencia (la que el periodista H.L. Mencken definió como “la voz interior que te advierte que alguien podría estar observándote”).

Crecí en el distrito del Congreso donde ganó Santos. Se le conoce en ficción como West Egg, el pueblo de otro embaucador, Jay Gatsby, de F. Scott Fitzgerald. Hasta que restauremos el imperio de la ley en la política, seguiremos permitiendo que “personas a las que nada les importa” como Gatsby y Santos “destruyan[] cosas y personas y, luego se refugien en su dinero o en su gran indiferencia, o en lo que fuera que los mantiene inmunes, y sean otros los que limpien el desastre que causaron”.

Traducción de KeynotesTranslations and Editorial Services