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Análisis

Las jugadas iniciales de Trump

Sus primeras órdenes ejecutivas buscan demostrar acción, pero algunas seguramente terminen anuladas por la justicia.

Enero 21, 2025
Donald Trump with presidential seal in foreground
Anna Moneymaker/Getty

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  • Trump comenzó su mandato con un bombardeo de órdenes ejecutivas y medidas unilaterales. Todas buscan transmitir un sentido de acción.
  • Todo esto se parece a algunos de los errores del primer mandato de Trump. En ese entonces, diferentes órdenes redactadas con descuido y problemas procedimentales hicieron que la justicia interviniera.

El lunes, Donald Trump juró “preservar, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos”. Luego, a los pocos minutos, comenzó a socavarla. Como otros presidentes que lo precedieron, Trump comenzó su mandato con un bombardeo de órdenes ejecutivas y medidas unilaterales. Todas buscan transmitir un sentido de acción.

Yo colaboré en la redacción de algunas órdenes ejecutivas cuando trabajé en la Casa Blanca para la primera administración de Bill Clinton. Quienes conocen el gobierno desde adentro saben que estas órdenes, a menudo, son básicamente comunicados de prensa, edictos con muy poca autoridad real. Recordemos que, dos días después de su inauguración y con bombos y platillos, Barack Obama firmó una orden ejecutiva para cerrar el centro de detención de Guantánamo. La última vez que miramos, la prisión sigue abierta.

El equipo de Trump llama a todo esto “pura conmoción y asombro”. Eso significa que todos debemos estar conmocionados y asombrados. Mejor, miremos lo que ha hecho: lo nuevo, lo sorprendente y lo que es solo ruido.

Empecemos por el indulto a los insurrectos que invadieron el Capitolio y atacaron a los oficiales de la policía hace cuatro años. Es un acto horroroso, aunque no sorprendente. (El muy caradura habló sobre los “rehenes del 6 de enero”, es decir, los delincuentes condenados, mientras estaba frente a los familiares de verdaderos rehenes cautivos en Gaza).

Apenas la semana pasada, JD Vance señaló para dar seguridad: “Las personas que cometieron un acto de violencia ese día obviamente no deberían ser perdonadas”. Obviamente. Sin embargo, la orden de Trump soltó al líder de los Proud Boys y al de los Oath Keepers, fuerzas paramilitares violentas de la derecha, que salieron de la cárcel triunfantes.

Estos indultos completan un encubrimiento exitoso de uno de los delitos más grandes de la historia estadounidense: el intento de derrocar una elección.

Veamos las otras órdenes ejecutivas.

Una de las más alarmantes es terminantemente inconstitucional. Trump firmó un decreto para poner fin a la ciudadanía por derecho de nacimiento. Esta es la garantía de que, si naciste en los Estados Unidos, eres ciudadano. Como lo describe mi colega Tom Wolf, los presidentes no pueden hacer eso. La ciudadanía por nacimiento es un derecho incluido en la Constitución. De hecho, uno de los propósitos principales de la Decimocuarta Enmienda fue consagrarla y anular la notoria decisión del caso Dred Scott. Luego, en 1898, la Corte Suprema confirmó que se aplica a los hijos de personas no ciudadanas.

Esta orden fue más amplia (y más descuidada) que lo que se esperaba. Busca prohibir la ciudadanía por nacimiento no solo de los hijos de inmigrantes indocumentados, sino también de cualquier hijo o hija nacidos en Estados Unidos de una madre que se encuentra aquí ilegal o temporalmente y de un padre que no es ciudadano estadounidense o residente permanente legítimo. Esto significa que, si la orden hubiera estado vigente, Nikki Haley y Vivek Ramaswamy, entre muchos otros, no habrían sido ciudadanos al nacer.

También vemos las otras medidas tomadas para combatir la inmigración ilegal. Claramente, la preocupación por el nivel inmigratorio fue un tema importante durante las campañas. De hecho, la administración de Biden había aminorado el flujo migratorio en la frontera.

Tal como lo hemos indicado, Trump prometió usar algunas leyes anticuadas para arrestar y deportar a personas no ciudadanas. Estas leyes (como la Ley de Insurrección) le otorgan un enorme poder al presidente. Y, de hecho, en su discurso inaugural, Trump mencionó la Ley de Enemigos Extranjeros. Esa es la parte que aún queda vigente de las infames Leyes de Extranjería y Sedición (Alien and Sedition Acts) —que Thomas Jefferson describió como el reflejo de un “reinado de brujas”— y que se ha aplicado tan solo tres veces en la historia, la última para detener a personas de nacionalidad japonesa durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero las órdenes de Trump van mucho más allá incluso de estas bases legales perturbadoras. Trump ordenó a NORTHCOM, el comando militar federal que protege al país, que elaborara una campaña militar para “repeler” la “invasión” provocada por la “inmigración masiva ilegal”. Tal como señala mi colega Liza Goitein, la orden no habla de ningún apoyo civil ni menciona al Departamento de Seguridad Nacional. En cambio, se basa en la autoridad del presidente como comandante en jefe.

Esto parece autorizar más que una simple ayuda con la aplicación de las leyes. Parece autorizar a las fuerzas militares a salir a pelear una guerra sobre suelo estadounidense. ¿Acaso morderán el anzuelo las fuerzas militares, que juran defender la ley y la Constitución?

Todo esto se parece a algunos de los errores del primer mandato de Trump. En ese entonces, diferentes órdenes redactadas con descuido y problemas procedimentales hicieron que la justicia interviniera.

Este es un reto para los tribunales. Al elegir los fundamentos más amplios y menos constitucionales para muchas de estas jugadas, Trump y su equipo parecen estar retando a actuar a los tribunales, sobre todo a la Corte Suprema.

Y también es un desafío para todos nosotros. Muchas de estas jugadas son muy poco favorecidas. Una encuesta reciente del Washington Post demostró que las dos terceras partes del público se opone a perdonar a los insurrectos del 6 de enero. Solo 3 de cada 10 personas respaldan la idea de cambiar la Constitución para acabar con la ciudadanía por nacimiento.

Como ocurrió con los anteriores presidentes Clinton, Bush, Obama y Biden —y como en el primer mandato de Trump—, el partido de Trump tiene el control del Congreso cuando asume la presidencia. Eso no significa el fin del debate público, sino el comienzo. La voz del público va a importar más que nunca.

Traducción de Ana Lis Salotti.