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El presidente de la Cámara de Representantes Mike Johnson no es cualquier negacionista de elecciones, ni cualquier político cínico que le guiña el ojo a la banda de los MAGA. Johnson fue el orquestador dentro del Congreso de los intentos de anular las elecciones de 2020, cuando abogó por una interpretación de la Constitución tan disparatada que no se la creyó ni siquiera la supermayoría conservadora de la Corte Suprema.
De hecho, ese fue su único logro importante en los años que ocupó un escaño en el Congreso. Johnson es un extremista astuto con gafas y una amplia sonrisa.
En 2020, el intento de Donald Trump de aferrarse al poder tuvo un problema. Cabe recordar esa conferencia de prensa angustiosa donde sus abogados Rudy Giuliani (ahora con un juicio pendiente), Sidney Powell y Jenna Ellis (las dos con condenas criminales) afirmaron que las máquinas de votación habían cambiado los votos y que varios dictadores extranjeros fallecidos habían manipulado las elecciones, entre otras cosas. El grupo Proud Boys azotó las calles de la capital. Fue una farsa peligrosa.
En medio de este torbellino de intentos conspirativos, el representante Mike Johnson de Luisiana tenía un plan: una alegación aparentemente legalista que les permitiría a sus colegas republicanos impedir un traspaso de poder en paz.
Durante la pandemia, los tribunales y las autoridades electorales estatales salvaron nuestra democracia. Ampliaron el acceso al voto por correo, aumentaron la disponibilidad de la votación anticipada y colocaron buzones de devolución de boletas para que toda la ciudadanía elegible pueda emitir su voto sin riesgos para la salud, en medio de una crisis de salud pública que mató a un millón de personas en los Estados Unidos.
Al final, tuvimos la participación en las elecciones más alta desde 1900, y hasta el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) bajo la administración Trump declaró que esas elecciones fueron “las más seguras de la historia estadounidense”. Fue un milagro cívico. Las personas encargadas de llevar a cabo una elección con tanto éxito y sin dificultades durante una pandemia se merecen una medalla.
En cambio, Johnson las acusó de violar la ley, debido a un extraño concepto arraigado en la extrema derecha del pensamiento jurídico estadounidense. Muchas personas ya conocen el nombre: la “teoría de las legislaturas estatales independientes”.
Johnson argumentó que las legislaturas estatales son las únicas entidades estatales capaces de tomar decisiones en las elecciones federales y que nadie más puede tener ningún tipo de discreción, supervisión ni agencia para administrar una elección. Esta es una interpretación de la Constitución injustificada, peligrosa, sin base histórica y completamente descabellada. La justicia la ha rechazado más de una vez cuando la citó
Johnson, y la Corte Suprema la repudió con un voto de 6 a favor y 3 en contra este pasado junio en la causa Moore v. Harper.
Johnson fue el cerebro jurídico detrás del intento fracasado de anular la certificación de los resultados de las elecciones en Georgia, Míchigan, Pensilvania y Wisconsin. Presionó a sus colegas para que se sumaran a su plan y les advirtió con un tono amenazador que Trump iba a estar “esperando con ansias la lista final para revisarla”.
Cuando Texas demandó a Pensilvania presuntamente por no aplicar sus propias leyes electorales, la Corte Suprema federal se negó a siquiera dirimir el caso, con un solo disentimiento. Johnson organizó a 125 colegas para exhortar a la Corte Suprema a tomar cartas en el asunto. Habría socavado la integridad de las elecciones en los Estados Unidos.
El esfuerzo negacionista de Johnson no se trata tan solo de bobadas teóricas entre abogados. Johnson está vinculado a un movimiento que incorpora el negacionismo electoral a la cristiandad evangélica. Los integrantes de este movimiento rezaron para que, por intervención divina, se revirtieran los resultados de las elecciones de 2020.
Mike Johnson, con todo su carácter apacible, es un negacionista de elecciones sin tapujos que busca aferrarse al poder a toda costa.
¿Por qué esto es importante en 2024?
Es evidente que las personas negacionistas de las elecciones no van a esperar hasta las próximas elecciones esta vez. Sus intentos de subvertir los resultados comenzarán mucho antes de que se emitan y cuenten los votos.
Es posible que Johnson presida varios procedimientos clave.
La Ley de Reforma de Conteo Electoral (Electoral Count Reform Act), promulgada el año pasado con el apoyo de los dos partidos políticos, debería limitar su capacidad de causar daño. Pero, en el peor de los casos, puede que la candidatura a presidente de un tercer partido político (como No Labels) haga que el proceso electoral quede a decisión de la Cámara de Representantes, donde cada estado tiene un voto, algo que ocurrió por última vez en 1837.
Para ponerlo en términos más amplios, la persona republicana más poderosa del Congreso será alguien que ha demostrado estar dispuesto a destruir la democracia estadounidense. En efecto, sería el portavoz del final de la democracia estadounidense.
En 2020, las instituciones se mantuvieron fuertes. En 2024, Mike Johnson sostendrá el mazo decisivo de presidente. Debería darnos miedo.
Traducción de Ana Lis Salotti.