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Análisis

Las pequeñas donaciones en la política no son el problema 

Las megadonaciones ejercen demasiado poder sobre la política de los Estados Unidos. Ya es hora de ponerles un freno. 

Mayo 8, 2024
Stack of $100 bills
Pineapple Studio/Getty

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En las elecciones de 1896, Mark Hanna, el estratega de la campaña de William McKinley, hizo una broma que pasaría a la historia: “Hay dos cosas importantes en la política. La primera es el dinero, y la segunda no la recuerdo”. 

Una noticia reciente refleja la historia de nuestra nueva Época Dorada. 

La semana pasada, un montón de magnates acapararon los titulares cuando se reunieron a cenar. Organizada por el capitalista de riesgo David Sacks, la fiesta contó con la presencia de Elon Musk, el segundo hombre más rico del mundo; Rupert Murdoch (no se pierdan la cuarta temporada de Succession); Peter Thiel, que, casi por sí solo, metió a J.D. Vance en el Senado; Travis Kalanick, uno de los fundadores de Uber; y Michael Milken, a quien muchas personas de cierta edad recordarán como el “rey de los bonos basura” previamente encarcelado e indultado por Donald Trump.

Esta reunión se interpretó como una señal de agrado de Silicon Valley hacia Donald Trump y un giro hacia la derecha política en esa comunidad que posee una cantidad enorme y concentrada de riqueza y poder cultural. 

Este conclave revela algo importante sobre la verdadera historia del dinero en la política de los Estados Unidos.

Desde que la Corte Suprema efectivamente desregularizó el financiamiento de las campañas políticas en los Estados Unidos mediante la causa judicial Citizens United, ha comenzado una carrera entre el aluvión de pequeños donantes empoderados por la recaudación digital de fondos y los grandes donantes.

Las pequeñas donaciones acaparan la atención del público. Pero las donaciones anónimas, como las de Musk y sus amigos, han asegurado el poder mucho más de lo que pensamos.

Las pequeñas donaciones contribuyeron más de $4 mil millones en las elecciones federales de 2020, un importante aumento con respecto a 2016, cuando aportaron $1 mil millones. Se podría pensar que esta es una buena noticia. Sin embargo, dado que este aumento coincide con una polarización cada vez peor, ciertos expertos han culpado por el mal funcionamiento de la política estadounidense a todas esas donaciones de $10 y $20 que recibían algunos políticos.  

Un nuevo análisis realizado por mi colega del Brennan Center Ian Vandewalker destruye muchos de esos mitos. 

En primer lugar, si bien las pequeñas donaciones han aumentado, las megadonaciones han crecido mucho más. Tal como lo informó el Brennan Center el año pasado, en 2022 tan solo 100 grandes donantes aportaron el 60 por ciento más que todos los pequeños donantes en su conjunto.

Las grandes donaciones siguen haciendo polvo a las pequeñas. “En 2022, tan solo 21 donantes individuales y parejas contribuyeron, en total, $783 millones, muy por encima del total donado por los millones de personas que realizaron pequeñas donaciones”, apunta Vandewalker. 

Esos grandes donantes pueden tener una ideología tan extrema como los pequeños donantes. Numerosos políticos en su cargo, en especial republicanos, viven con el miedo de que venga un súper-PAC con miles de millones de dólares dispuesto a donar enormes sumas para vencerlos en las próximas elecciones. Los megadonantes ahora patrocinan a sus candidatos como si fueran caballos de carrera premiados. 

¿Y qué pasa con las figuras políticas polarizantes a las que les encanta ocupar el centro de atención, como la representante Marjorie Taylor Greene (R-GA), que en este momento se dedica a torturar al presidente de la Cámara de Representantes Mike Johnson (R-LA)? Es verdad que personajes como Greene atraen a los pequeños donantes con una marca política extravagante. Y lo mismo hacen otros agitadores políticos de izquierda. Pero la mayor parte del dinero de las pequeñas donaciones no se destina a los candidatos más extremos, sino a los más famosos.

El senador republicano Lindsey Graham (SC) y la representante demócrata Nancy Pelosi (CA), partidarios fervientes del establishment, han recibido sumas astronómicas de donaciones anónimas. Algunos donantes de todo el país aportan grandes cantidades de dinero a favor de quien sea que se presente contra el senador Mitch McConnell (R-KY) en cualquier contienda. 

La polarización política tiene muchas causas. Igual que la fragmentación del poder que ha hecho de la Cámara de Representantes una entidad especialmente ingobernable. En el cuarto de siglo que pasó desde 1998, el partido republicano ha elegido a siete presidentes de la Cámara; el partido demócrata, a uno.

Todas estas fracturas, que afectan principalmente a un solo partido político, surgieron antes de las redes sociales y la plataforma de recaudación de fondos en línea ActBlue y, por ende, no se las puede culpar por el auge reciente de las pequeñas donaciones. 

De todas formas, hay una forma de minimizar cualquier daño que ocasione un aumento repentino en las pequeñas donaciones e incluso, al mismo tiempo, reforzar la tendencia. El financiamiento público de las campañas políticas sigue siendo la mejor forma de garantizar que los políticos escuchen y respondan a las necesidades de la ciudadanía y no solo a las de sus donantes.

Un nuevo programa promulgado en el estado de Nueva York prevé un sistema que iguala y multiplica los fondos de las pequeñas donaciones siempre que estas provengan del distrito del candidato. Las leyes federales, como la Ley de Libertad para Votar (Freedom to Vote Act), deberían permitir la multiplicación de fondos solo para donantes del mismo estado. Eso ayudaría a que los políticos no estén tan alejados de sus propios electores. 

Traducción de Ana Lis Salotti.