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Análisis

¿Qué sucedió realmente el 6 de enero?

¿Podrán las audiencias del 6 de enero estar a la altura de las grandes investigaciones del Congreso del pasado?

Junio 8, 2022
Watergate Committee hearing
Corbis Historical/Getty

Las audiencias públicas del Comité del 6 de enero sobre la insurrección y sus orígenes parece ser el conjunto de audiencias del Congreso más importante en décadas, y el renacimiento de una importante tradición que combina el melodrama sensacionalista con el derecho constitucional.

En el pasado, estas audiencias ocurrían a menudo. Los mazos sonaban, los legisladores con el ceño fruncido exigían respuestas, los burócratas temblaban y los espectadores se sintonizaban. Muchas veces, el resultado era una legislación importante. Era la esencia de la supervisión del Congreso. Es una forma de arte que se está perdiendo.

Las audiencias del Comité Pujo expusieron el funcionamiento del “Money Trust” -bancos que controlaban el sistema financiero mediante prácticas depredadoras y discriminatorias- en 1912 y 1913, y dieron lugar a la creación de la Reserva Federal y a una enmienda constitucional que autorizaba el impuesto sobre la renta. Las audiencias del Ejército-McCarthy revelaron que el senador de Wisconsin Joseph McCarthy (R) era un demagogo (además dio a conocer al mundo a un joven y sórdido ayudante de McCarthy, Roy Cohn, mentor décadas más tarde de… sí, Donald Trump). 

En la década de 1970, el panel presidido por el senador Frank Church (D-Iowa) reveló los abusos de la CIA y el FBI, desde la persecución de Martin Luther King Jr. hasta la novia de JFK vinculada a la mafia. Esa investigación dio lugar a reformas políticas como la aprobación de la Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera y otros mecanismos para frenar la Presidencia Imperial y las agencias de inteligencia fuera de control. 

Como estudiante de secundaria en Long Island en 1973, tomé clases de verano que giraban en torno a ver las audiencias del Comité del Senado de Watergate. Fue algo fascinante. Las acusaciones criminales del ex consejero de la Casa Blanca, John Dean, contra el presidente Nixon. El sistema de grabación del Despacho Oval que demostró la culpabilidad de Nixon. Todo el país lo vio.

Las audiencias pasadas del Congreso ofrecen importantes lecciones para los organizadores de las audiencias del 6 de enero, transmitidas por ABC, CBS y NBC.

En primer lugar, las audiencias más exitosas son bipartidistas. No siempre empiezan así: en el comité de Watergate, el senador republicano Howard Baker empezó como espía de Nixon. Pero cada vez más desconcertado por las pruebas, llegó a preguntar repetidamente: “¿Qué sabía el presidente y cuándo se enteró?”, convirtiéndose en uno de los perseguidores más eficaces de Nixon.

Esta vez, el papel otorgado a la congresista conservadora de Wyoming Liz Cheney es alentador. No hay un número parejo de republicanos y demócratas, pero la prominencia de Cheney como ex presidenta de la asamblea partidista debería darle una buena posición.

Sin embargo, algunas grandes investigaciones siguen siendo partidistas de principio a fin. La Cámara celebró 33 audiencias sobre el ataque a la misión diplomática estadounidense en Bengasi, Libia. Los legisladores, pretenciosos y engreídos, acosaron a los testigos y reprendieron a la ex secretaria de Estado Hillary Clinton durante 11 horas. En aquel entonces, el líder de la mayoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, se jactó: “Todo el mundo pensaba que Hillary Clinton era invencible, ¿verdad? Pero hemos creado un comité especial sobre Bengasi, un comité selecto. ¿Cuáles son sus cifras hoy? Su índice de aprobación está cayendo”.

Las mejores audiencias muestran una disciplina rigurosa sobre quién habla y quién hace preguntas. Robert Kennedy se dio a conocer al público cuando fue el duro y agresivo abogado del Comité McLellan en 1958 que expuso el control del crimen organizado sobre los sindicatos.

Las audiencias de Irán-Contra en 1987, por el contrario, fracasaron. Un comité conjunto de la Cámara de Representantes y el Senado estaba investigando la escabrosa historia de cómo la administración Reagan vendió armas a Irán a cambio de rehenes estadounidenses, y luego utilizó los beneficios de las ventas secretas para financiar ilegalmente a los rebeldes anticomunistas de la Contra en Nicaragua. El comité era enorme, y sus 26 miembros pontificaron durante largo tiempo. El cerebro de la conspiración, el coronel de la marina Oliver North, se presentó a declarar vestido de militar y se convirtió en un icono del patriotismo de derecha, superando a los miembros del comité.

Una cosa que la historia no puede enseñar es cómo manejar el complicado panorama de los medios informativos actuales. Otras grandes investigaciones tuvieron éxito cuando sólo había tres cadenas de televisión. La fractura de los medios de comunicación de hoy en día significa que los partidistas reaccionarán de forma predecible. Haremos nuestra parte para amplificarlos en las redes sociales y explicar las implicaciones de todo ello.

Sobre todo, el comité tendrá que establecer el vínculo entre la insurrección y el actual ataque a la democracia estadounidense. La Gran Mentira del fraude generalizado en 2020 impulsó a los amotinadores y sigue inspirando leyes en los estados de todo el país para restringir el voto, atacar a los ciudadanos que no son blancos y debilitar la administración electoral. El ataque a la democracia ya no es sólo obra de un presidente derrotado o de sus sudorosos seguidores como Rudolph Giuliani, sino de profesionales “cool” que ven la manera de robar las próximas elecciones y negarles a los votantes su voz.

Al parecer, el comité lo está haciendo bien. Ahora nos corresponde a todos nosotros observar, escuchar y gritar desde lo alto el asalto a la democracia estadounidense y las amenazas que se avecinan.

Traducción de Anwar A. Martínez.