La Gran Mentira se postula.
Las votaciones de mitad de período de 2022 serán un referéndum sobre las propias elecciones.
Fíjate en Pensilvania, donde el senador estatal Doug Mastriano, uno de los principales defensores de la Gran Mentira de que el fraude fue lo que decidió las elecciones de 2020, ganó las primarias del Partido Republicano para gobernador. Se postuló con la promesa de “desacreditar” los resultados de 2020, ha planteado la posibilidad de que la legislatura estatal designe su propia lista de electores en las futuras elecciones presidenciales y propone eliminar a todos en las listas de votantes. “Van a tener que registrarse de nuevo, vamos a empezar de nuevo”, aseguró.
Mastriano no es el único que cree en el fraude electoral. El Brennan Center ha lanzado hoy una nueva publicación de nuestra serie sobre los “negadores de las elecciones”. El informe describe la situación de los candidatos de todo el país, en todas las votaciones, que hacen campaña sobre la base de falsas acusaciones de fraude electoral.
El Partido Republicano de Minnesota ha apoyado recientemente al gobernador Scott Jensen, que ha calificado el proceso electoral de “corrupto” y ha insinuado que el secretario de Estado de Minnesota podría ir a la cárcel por ello. Los republicanos de Michigan nominaron a la secretaria de Estado Kristina Karamo, quien afirma que hay un “encubrimiento masivo” del fraude electoral de 2020. La lista de negadores de las elecciones que se postulan es interminable.
Las campañas de los administradores electorales fueron en su día asuntos locales de poca importancia. Ahora son nacionales, con fondos que fluyen en ambos lados. Los candidatos a la Secretaría de Estado han recaudado 13.3 millones de dólares en seis estados disputados en lo que va del ciclo, más del doble de los 4.7 millones de dólares recaudados para estas fechas en 2018 y más del quíntuple que en 2014. Gran parte del dinero entregado a estos candidatos proviene de fuera del estado.
Este no es el primer año que los candidatos intentan interferir en la votación. En 2011, cuando las legislaturas estatales cambiaron de manos, muchos republicanos promulgaron medidas para restringir el derecho al voto. No respondían a ninguna demanda pública. Más bien, fue un movimiento partidista con el que pensaron que podrían salirse con la suya. (De hecho, los tribunales bloquearon o atenuaron la mayoría de las peores leyes). Ahora, de forma alarmante, los electores están pidiendo medidas restrictivas para el voto. Muchos funcionarios saben que las denuncias de fraude son un disparate. Pero millones de votantes -y un sorprendente número de donadores- no. Se creen la mentira. Ahora es una cuestión política organizadora, movilizadora y unificadora de la derecha.
He aquí un indicio de que los políticos al menos lo saben mejor (un indicio en, precisamente, Pensilvania). Mehmet Oz y Dave McCormack están inmersos en una reñida campaña por la candidatura republicana al Senado de Estados Unidos. La ventaja de Oz se ha reducido a menos de 1,000 votos. El margen provendrá de los votos por correo con fechas cuestionadas, que aún se estarán contando. Aunque parezca increíble, ninguno de los dos candidatos ha gritado “¡fraude!” o “¡está arreglado!” o “¡detengan el robo!” Por lo menos, todavía no. Como ves, las elecciones sólo son fraudulentas cuando se pierde.
Traducción de Anwar A. Martínez.