Lauren-Brooke Eisen es la directora sénior y Ram Subramanian es el director gerente del Programa de Justicia del Brennan Center. Juntos, describen una nueva iniciativa para cambiar radicalmente la experiencia de la encarcelación para que sea más constructiva y humana.
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¿Qué principios guían el enfoque de la encarcelación que prioriza la dignidad?
Los dos principios estructurales son la normalización y la rehabilitación. La vida en prisión debería aproximarse lo más posible a la vida en libertad. Esto significa que hay que darle a la persona encarcelada acceso a la educación, recreación y tratamiento; maximizar las interacciones con su familia y amistades; y permitirle tener un cierto grado de autonomía en sus actividades diarias. En la actualidad, la vida en las prisiones estadounidenses está caracterizada por un control total y abarcador: la prisión dicta qué actividades se pueden hacer, qué tratamiento se puede recibir, dónde se puede ir dentro de las instalaciones y hasta por dónde se puede caminar en un pasillo.
La encarcelación debería permitirle a la persona tener una vida de responsabilidad social después de su liberación, lo cual exige reconocer que la gente puede cambiar. Brindar actividades productivas y valiosas, como la oportunidad de estudiar o trabajar con una compensación justa, es fundamental en este nuevo enfoque. En muchos países del norte de Europa, las personas encarceladas tienen sus propias habitaciones con baño privado y suelen tener una llave para las áreas donde viven. Se alienta al personal correccional a interactuar con ellos, compartir comidas y verlos como seres humanos.
¿Cuáles son los mayores obstáculos a la hora de implementar este enfoque en nuestro país?
El norte de Europa utiliza el encarcelamiento con moderación; Estados Unidos tiene más de 1.2 millones de personas en prisión y más de medio millón en cárceles locales. Cada uno de los 50 estados y el gobierno federal administran sus propias prisiones, lo cual hace difícil reformar la cultura correccional a gran escala.
Implementar una nueva filosofía correccional en los Estados Unidos es difícil porque la cultural institucional está muy arraigada. En las prisiones estadounidenses, las políticas antifraternalistas regulan el contacto entre el personal y quienes residen en las prisiones, porque limitan o directamente prohíben cualquier interacción entre el personal correccional y las personas encarceladas. La cultura correccional estadounidense se centra principalmente en la seguridad y la disciplina.
Además, los oficiales correccionales en los Estados Unidos suelen recibir apenas unas pocas semanas de entrenamiento que, por lo general, se focaliza en la seguridad, la vigilancia y el control; mientras que el personal correccional en el norte de Europa recibe muchos años de entrenamiento que gira en torno al manejo social y conductual de los seres humanos e incluye aspectos sobre psicología, educación social y derechos humanos. Las capacitaciones hacen hincapié en un enfoque terapéutico de la gestión correccional que enfatiza la motivación positiva y prioriza estrategias para apaciguar la tensión y frenar situaciones peligrosas antes de que se salgan de control.
¿Qué tipos de programas e innovaciones ha visto su equipo hasta ahora?
Los programas y las unidades que hemos visitado replantean las relaciones entre los oficiales correccionales y las personas encarceladas. En los estados de Washington y Oregón, la organización sin fines de lucro Amend incorpora la perspectiva de la salud pública a la hora de cambiar la cultura en las prisiones estadounidenses. En algunas prisiones de Indiana, la organización The Last Mile realiza programas para enseñarles a las personas encarceladas cómo programar y desarrollar sitios web. También pasamos tiempo en Connecticut y Dakota del Norte, donde hablamos con el personal y las personas encarceladas participantes de una iniciativa llamada “Restoring Promise”, que crea unidades de vivienda para adultos jóvenes donde aprenden de otras personas encarceladas, mayores de 25 años, sobre alfabetización financiera, mediación de conflictos y otros medios para mejorar su reintegración a las comunidades cuando salgan en libertad.
También visitamos Pensilvania, donde conocimos una unidad llamada “Pequeña Escandinavia”, que reproduce las prisiones de Noruega. Allí, las personas encarceladas viven en habitaciones unipersonales, comparten una cocina, tienen acceso a un espacio exterior verde y van al trabajo, a su rehabilitación y a la escuela enfrente del correccional. Los oficiales en esta unidad funcionan más como consejeros que como guardias de prisión, comparten comidas y dan consejos. Nos sorprendieron las increíbles alianzas que se han formado entre los líderes correccionales, los investigadores y las personas proveedoras de asistencia técnica, a pesar del complejo clima político que se vive tanto dentro de los departamentos correccionales, como también en las legislaturas estatales.
¿Qué esperan lograr con el informe que están por publicar?
Se dice que es imposible lograr una reforma en las prisiones de los Estados Unidos. Este informe refutará esta suposición. Hay muchas maneras de enfocar una reforma. Puede hacerse en determinadas unidades, pero también en un correccional entero. Esperamos que el informe inspire a otras personas a invertir en este objetivo. Educar al público sobre cómo la mejora de las condiciones en los correccionales puede reducir la violencia tanto en las prisiones y cárceles, como en la comunidad en general, será fundamental para reformar el modelo correccional estadounidense.
Traducción de Ana Lis Salotti.