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- Después de décadas de largas luchas, el Congreso aprobó la Decimonovena Enmienda de la Constitución en 1919. La enmienda fue ratificada el 18 de agosto de 1920 y les otorgó a las mujeres el derecho al voto.
- Las mujeres blancas se beneficiaron de su ratificación de inmediato. Pero millones de mujeres no blancas en gran parte del país tuvieron que esperar varias décadas más para obtener el derecho al voto.
- Para las mujeres de comunidades latinas y asiático-americanas en particular, ejercer el derecho al voto continuó siendo difícil hasta la ampliación de 1975 de la Ley de Derecho al Voto.
- Garantizar un ejercicio pleno e igualitario del derecho al voto para las comunidades no blancas sigue siendo una labor que continúa.
¿Qué es la 19.ª Enmienda?
La Decimonovena Enmienda de la Constitución de los EE. UU. dice: “El derecho al voto de las personas ciudadanas de los Estados Unidos no puede ser negado ni coartado por los Estados Unidos ni por cualquier estado por motivos de sexo”.
Esta enmienda, que les otorgó a las mujeres el derecho al voto, fue promulgada a comienzos de los años veinte, tras décadas de una larga lucha turbulenta para conquistar el derecho al voto.
¿Cuándo obtuvieron las mujeres el derecho al voto?
La 19.ª Enmienda convirtió en ley el sufragio femenino a nivel nacional, pero mucho antes de su ratificación, las mujeres solteras que poseían propiedades en Nueva Jersey ya podían votar entre 1776 y 1807, y así lo hicieron.
A partir de 1869, las mujeres en los territorios del oeste del país consiguieron el derecho al voto. Y en la década previa a la aprobación de la 19.ª Enmienda, 23 estados les habían concedido el derecho pleno o parcial de votar a las mujeres, gracias a una serie de campañas exitosas.
Pero la complicada historia del sufragio femenino fue un camino sinuoso, desde las primeras convenciones que catapultaron a la fama nacional a mujeres como Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony, hasta, finalmente, el hecho que significó la expansión del derecho al voto más importante en la historia de los Estados Unidos. Es imposible señalar un punto de inicio claro, aunque muchos identifican la Convención de Seneca Falls de 1848 como el nacimiento del movimiento.
Ya desde finales de los años 1830, la lucha por el sufragio femenino estaba profundamente relacionada con el movimiento por la abolición de la esclavitud. Muchas mujeres que se hicieron expertas en organizar y defender la causa abolicionista —como Sojourner Truth, Lucretia Mott, Ida B. Wells, y Sarah y Angelina Grimké— se abrieron paso hacia al movimiento por el sufragio femenino. Aun así, pasarían muchas décadas desde los primeros albores del movimiento por los derechos de la mujer para que las mujeres pudieran gozar del derecho pleno e igualitario de votar.
Y para muchas mujeres no blancas, la conquista de ese derecho tardaría aún más. Si bien la ratificación de la 19.ª Enmienda les permitió a las mujeres negras del norte y oeste del país votar y ocupar cargos gubernamentales por primera vez en la historia, en el sur millones de mujeres seguían excluidas del proceso, debido a las tácticas de discriminación racial vigentes durante la era Jim Crow.
¿Cuándo se adoptó la 19.ª Enmienda?
Más de 160 años después de que las mujeres emitieran sus primeros votos sobre suelo estadounidense, el Congreso aprobó la 19.ª Enmienda el 4 de junio de 1919. Pero no formó parte de la Constitución hasta que fue ratificada por la 36.ª legislatura estatal —la de Tennessee— el 18 de agosto de 1920.
¿La 19.ª Enmienda les concedió el derecho al voto a todas las mujeres?
Cuando la 19.ª Enmienda se convirtió en ley después de una intensa lucha activista, las mujeres blancas se beneficiaron de su ratificación de inmediato. Pero millones de mujeres no blancas en gran parte del país tuvieron que esperar varias décadas más para obtener el derecho al voto.
La 19.ª Enmienda no erradicó el racismo sistémico que se extendía por todo el sur, donde vivían la mayoría de las mujeres negras, y en otras regiones del país. Cincuenta años antes, se ratificó la 15.ª Enmienda, que prohibió a los estados negar el derecho al voto “por cuestiones de raza, color o condición previa de servidumbre”.
Pero, a pesar de esta garantía y con el permiso de la justicia, varios estados del sur promulgaron políticas de discriminación racial, como la aplicación de impuestos para votar, pruebas de alfabetización, cláusulas de abuelo y leyes de exclusión del derecho al voto por condenas de delitos mayores.
Estas restricciones excluyeron del proceso democrático a un grandísimo número de mujeres negras, hombres negros y otras personas votantes no blancas, hasta que surgió el movimiento por los derechos civiles a mediados del siglo veinte.
En muchas partes del país, la gran mayoría de las mujeres nativas americanas, asiático-americanas y latinas también quedaron excluidas de los comicios al momento de la aprobación de la 19.ª Enmienda, hasta que cada grupo individualmente consiguió su derecho al voto a lo largo de las décadas siguientes.
Las personas nativas, a quienes no se las consideraba ciudadanas de los EE. UU. en 1920, no gozaron de ninguno de los beneficios de la ratificación de la 15.ª Enmienda ni de la 19.ª Enmienda. Fue recién cuando se aprobó la Ley Snyder de 1924, que les concedió la ciudadanía a las personas nativas nacidas en los EE. UU., que los hombres y las mujeres nativas consiguieron un acceso parcial a las urnas.
Pero, al igual que a las personas negras, se les siguió impidiendo ejercer su derecho al voto durante varias décadas más, debido a tácticas de discriminación racial, como la afirmación de que vivir en una reserva indígena significaba que la persona no era residente del estado.
Las mujeres asiáticas también fueron excluidas del sufragio por leyes racistas como la Ley de Exclusión China (Chinese Exclusion Act), que impedía a las personas inmigrantes asiáticas convertirse en ciudadanas estadounidenses. Debieron pasar tres décadas después de la ratificación de la 19.ª Enmienda para que la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1952 les concediera a las personas inmigrantes asiáticas el derecho a naturalizarse y obtener la ciudadanía plena, lo cual les permitió participar en las elecciones.
Para las mujeres latinas, las elecciones “primarias blancas” del sur y las pruebas de alfabetización en inglés intencionalmente discriminatorias a lo largo de toda la región sur del país (conocida como el Cinturón del Sol) les impidió efectivamente tener acceso pleno a los comicios, incluso después de la aprobación de la 19.ª Enmienda.
Recién después de que se aprobara la Ley de Derecho al Voto de 1965 (Voting Rights Act), la promesa de la 19.ª Enmienda se convirtió en realidad para la mayoría de las mujeres no blancas. Esta ley histórica en materia de derechos civiles prohibió la discriminación racial en los comicios y dio paso al acceso igualitario del proceso democrático.
Sin embargo, aún se debían superar varios obstáculos más. Para las mujeres cuyo idioma principal no era el inglés, en especial en las comunidades latinas y asiático-americanas, ejercer el derecho al voto continuó siendo difícil hasta la ampliación de 1975 de la Ley de Derecho al Voto.
Ese año, se incorporó a la ley la Sección 203 que requería que todos los materiales electorales y de votación estuvieran “en el idioma del grupo minoritario correspondiente, además del inglés”.
Incluso hoy en día, se siguen imponiendo nuevas restricciones y obstáculos sobre la votación que perjudican muchísimo más a las comunidades no blancas y restringen, así, su plena participación política.